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Los muros de una vecindad del Centro Histórico de la Ciudad de México ocultaban los restos de un recinto de nobles mexicas que habitaron el barrio de Colhuacatongo , célebre por resistir el asedio de la conquista y donde, según fray Bernardino de Sahagún, se captuó una banera española.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) informó sobre el hallazgo en un comunicado. La arqueóloga María de la Luz Escobedo Gómez comentó que desde esos tiempos, la gente de Colhuacatonco enfrentaba los obstáculos de habitar un espacio de lodazales, pues al ser una zona baja siempre existieron problemas para desalojar el exceso de agua; el paso del tiempo bautizaría sus cercanías como “La Lagunilla” .
El nombre de Colhuacatonco significa “Lugar donde da vuelta el agua”, en náhuatl. Este barrio era uno de los siete que pertenecían a Cuepopan, una de las cuatro parcialidades o campan tenochcas, cuyos límites —conforme la nomenclatura actual— eran la calle del Órgano hacia el norte, República de Chile al oriente, por el sur República del Perú y por el poniente, Allende. En las inmediaciones de estas dos últimas es donde se trabajó desde marzo pasado.
Bajo lo que fue una vecindad durante buena parte del siglo XX, la especialista de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH descubrió las construcciones de nobles de Colhuacatonco o de sus familiares; lo cual es posible afirmar ya que se sabe que sólo éstos tenían habitaciones construidas con piedra .
Lo más impresionante de toda la plataforma prehispánica es un pequeño recinto que debió estar destinado a actividades ceremoniales que preserva su piso cuya factura es de calidad semejante a las superficies del Templo Mayor de Tenochtitlan .
La evidencia arqueológica demuestra que Colhuacatonco mantuvo una resistencia “pasiva” una vez caída la ciudad de México-Tenochtitlan . “Alrededor de 1525 comenzaron las primeras tareas por parte de los conquistadores para cambiar la traza urbana".
“Lo interesante es que finalmente quienes hacían estos trabajos de remodelación, aunque fuera por encargo de los conquistadores españoles, eran los herederos de los mexicas; así es que es muy probable que a escondidas, los descendientes tenochcas de primera o segunda generación, llevaron a cabo los entierros de siete individuos (tres adultos y cuatro infantes cuyas edades oscilan de 1 a 8 años) a la usanza de sus antepasados, realizando estas inhumaciones en las esquinas y en los accesos”.
Todos estos entierros, detalla María de la Luz Escobedo, son contemporáneos y pertenecen a la época del contacto español, y todos fueron dispuestos con sencillas ofrendas: la figurilla de un coyote, un cajete trípode Azteca III (tipo de cerámica que data de 1325-1521), una pulsera de conchas, un par de navajillas de obsidiana, un cajete y una olla miniaturas.
Los hallazgos en República del Perú resultaron ser una verdadera cápsula del tiempo, con una continuidad desde el periodo Posclásico Tardío (1325 - 1521 d.C.), pasando por la Conquista, la Colonia, el siglo XIX y hasta la pasada centuria.
Entre los objetos, además de molcajetes y platos Azteca III, y figurillas prehispánicas, se hallaron otros que revelan ese primer mestizaje, por ejemplo, pequeños silbatos en forma de aves hechos con la incipiente técnica del vidriado, personajes de rasgos occidentales y con sombrero, representaciones de monjas, candeleros y jarras con adornos que mezclan detalles fitomorfos y zoomorfos, etcétera.
“Ya en los siglos XVII y XVIII tenemos materiales más característicos que dan cuenta del cambio de formas y modas, hasta el siglo XX, del que proceden juguetes de plástico y una máscara de luchador, dado que está muy cerca la Arena Coliseo. En general, lo que percibimos en los materiales es ‘lo mexicano’, ese sincretismo que comenzó una vez consumada la conquista española”.
Los vestigios quedarán protegidos dentro del proyecto de vivienda social que se tiene planeado para este predio.
nrv