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Casi 13 mil años después de haber caído y perdido la vida en un pozo, una muchacha que poco antes había dado a luz cuenta la historia de una ardua existencia en el México prehistórico, de acuerdo con la arqueóloga Pilar Luna Erreguerena.
Naia, como fue bautizada la joven en alusión a las náyades -ninfas acuáticas de la mitología griega- por haber sido encontrada en una cueva inundada, se hizo célebre en 2014 como el esqueleto humano más antiguo, completo y genéticamente intacto hallado en el continente americano.
Al cabo de años de estudio por parte de científicos nacionales y extranjeros en México, Estados Unidos y Canadá se determinó que Naia, descubierta en 2007 en un sitio bautizado como Hoyo Negro en el municipio de Tulum, estado suroriental de Quintana Roo, era una adolescente de 15 o 16 años que vivió hace entre 12 mil y 13 mil años.
Pero más significativamente, análisis de ADN mitocondrial la colocan como el eslabón que vincula a los más antiguos pobladores de América con los grupos indígenas contemporáneos del continente.
Esos estudios se efectuaron a partir de muestras o fotografías tomadas en la propia caverna subacuática, pero la intromisión de personas ajenas a la investigación persuadió a los científicos de retirar cuidadosamente los frágiles restos para evitar la alteración o pérdida de evidencias, lo que a su vez les brindó acceso directo a las mismas.
Los nuevos análisis revelan que Naia medía 152 centímetros y pesaba un máximo de 50,4 kilos, en condiciones óptimas.
Óptimo, sin embargo, no es el concepto que viene a la mente al considerar que el estudio de sus dientes y huesos largos demostró que a menudo pasaba épocas de carencia extrema.
La maestra Luna, titular de la Subdirección de Arqueología Subacuática del Instituto Nacional de Antropología e Historia y directora del proyecto Hoyo Negro, explicó que Naia tiene en sus huesos varias líneas de Harris, que "se marcan cuando hay periodos de hambruna".
"Sufrió escasez de comida en varias ocasiones a lo largo de su larga o corta vida, como se quiera ver porque aunque para nosotros es una joven para esos tiempos Naia realmente estaba en la mitad de su vida", refirió.
También tenía gingivitis, inferida por la pérdida de algunos dientes, y anomalías en el crecimiento de las raíces dentales, lo que refuerza los indicios de una nutrición deficiente.
Asimismo, tiene una fractura del radio izquierdo "que sufrió en vida y que sanó" antes de su muerte, la cual ocurrió al caer en la oquedad presuntamente mientras buscaba agua, indicó la investigadora, pionera en arqueología subacuática.
Uno de los hallazgos más reveladores deriva de múltiples evidencias, incluyendo el interior de su hueso púbico, que sugieren que la joven muy probablemente dio a luz meses antes de fallecer.
"Es la hipótesis que se está planteando con base en una inspección muy meticulosa con rayos X y de manera directa de los huesos. No podemos decir que es rotunda la afirmación, pero sí se acerca más a que sea ya no solo una hipótesis lejana sino una posibilidad cercana", expuso Luna.
Por otro lado, dijo, los estudios indican que Naia caminaba grandes distancias pero no trabajaba demasiado con la parte superior del cuerpo, a juzgar por las marcadas zonas de inserción muscular de los huesos de las piernas así como la tersura y extrema delgadez de los pertenecientes a los brazos.
"Los expertos notan ciertas huellas que van dejando las actividades que los seres humanos realizamos y que quedan en los huesos, donde van las inserciones musculares. Por allí es que están planteando esto de su mucho caminar pero de su no mucho cargar", abundó.
La especialista, quien recibió en 2016 el Premio al Mérito de la Sociedad para la Arqueología Histórica y el Consejo Asesor de Arqueología Subacuática de Estados Unidos, reveló igualmente que por la dentadura de Naia "se ha determinado que fundamentalmente se nutría de semillas, de frutos, no así de productos del mar", pese a que Hoyo Negro está a escasos 20 kilómetros del Caribe.
A decir de los científicos, estos hallazgos proponen que la vida de los pobladores ancestrales de América, o al menos de algunos de los grupos que llegaron desde Asia por el hoy desaparecido puente terrestre de Bering, no fue idílica por encontrarse en una tierra nueva y abundante, sino al contrario; fue sumamente difícil y llena de carencias. "Era una vida muy dura", aseveró Luna.
Finalmente, sostuvo que la posibilidad de estudiar con detenimiento los restos de la joven madre abre nuevas ventanas al conocimiento de la América y el México antiguos.
"El hecho de ya poder trabajar directamente sobre los huesos nos está permitiendo avanzar por supuesto en el conocimiento, en las propuestas que podemos ir planteando con cierto grado de seguridad", puntualizó.
sc