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ssierra@eluniversal.com.mx
Hasta los años 70 del siglo pasado, Frida Kahlo era definida en el mundo como “la esposa de Diego Rivera”. La situación se invirtió cuando en los 80, 90 y aún en la pasada década el pintor era visto como “el esposo de Frida”.
“Hoy hay un reposicionamiento de Diego Rivera, él es visto como el gran muralista y pintor que es, ya no como el esposo de Kahlo. Diego está pasando su segundo aire”, sostiene el investigador y curador Juan Coronel Rivera, nieto del artista y uno de sus mayores estudiosos.
(Con Kahlo y Rivera se hace menor ese fenómeno de definir a una persona por sus parejas, como acaba de pasar hace unos días con la escritora Elena Garro).
Rivera, a quien se le recuerda esta semana en el 130 aniversario de su nacimiento (8 de diciembre de 1886) y de quien en 2017 se cumplirán 60 años de su muerte (24 de noviembre de 1957) es el artista latinoamericano más estudiado en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica.
Coronel Rivera calcula que podría hacerse un directorio, que más de 200 investigadores realizan estudios sobra su obra: “En Estados Unidos se han hecho muchos análisis, a mí me llaman la atención los que lo vinculan con los movimientos plásticos de izquierda en este país; hay un libro, por ejemplo, que se llama Diego Rivera and the left, que nos cuenta cómo era el arte social en Estados Unidos. En Europa lo que están haciendo es recuperar a Diego dentro del contexto del arte moderno. En México lo estudian muchos especialistas, con mucha pluralidad, hay estudios donde al autor le gusta la obra y otros donde no le gusta. Eso hace que un artista esté vivo; mientras estemos discutiendo sobre él, eso es importante, quiere decir que está ahí”.
En los últimos años, la obra de Rivera se ha expuesto en grandes museos y galerías del mundo, como el MoMA, que exhibió sus pinturas, dibujos, bocetos y murales en 2011 (allí tuvo una retrospectiva en 1931); el Grand Palais hoy revisa su obra y la de otros de las vanguardias de México; el Palazzo Ducale de Génova exhibió su obra y la de Kahlo; el año pasado su trabajo se presentó en la Academia de Bellas Artes Nanyang de Singapur; el año que viene o en 2018 se presentará en el Museo de Arte de Buenos Aires con otros mexicanos. Rivera es además uno de los protagonistas de la exposición Pintar la Revolución. Modernismo Mexicano 1910-1950, en el Museo de Bellas Artes de Filadelfia. Además, desde esta semana sus obras y las de Pablo Picasso compartirán espacio en el LACMA, en Los Ángeles. Hay que recordar también la muestra que nunca fue, que sólo llegó a ser catálogo: Diego Rivera, de México al París de los cubistas, cancelada en el Año de México en Francia (2011) cuando hubo diferencias diplomáticas.
Récord de ventas. Todas las subastas de arte latinoamericano de las casas Sotheby’s y Christie’s ofertan obras de Diego Rivera. Pero la marca de ventas de un cuadro suyo se dio fuera de subasta; tuvo lugar este año, cuando su pintura Baile de Tehuantepec se convirtió en la obra mejor vendida de un artista latinoamericano: fue adquirido por 15 millones 750 mil dólares por el coleccionista Eduardo Constantini, fundador del MALBA. Junto a investigaciones y exposiciones, la obra de Rivera se encuentra en muchos archivos; sin duda, el más importante es el que guarda la Casa Azul en México. Estos archivos son reflejo de sus vínculos con el arte mundial.
Para Coronel Rivera, Diego es clave hoy por su función vanguardista social: “Cuando la crisis de la burbuja inmobiliaria, que le quitaron a los estadounidenses sus casas, en 2008, los manifestaciones afuera de Wall Street tomaron como imagen de sus pancartas la pintura Fondos congelados, que muestra los bancos arriba y la gente abajo. Ningún pintor estadounidense representó eso; fue un mural de Diego de 1931 y a raíz de él, el MoMA dijo: ‘Está pasando algo muy interesante’ e hizo la exposición de 2011”.