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Equipo de la dirección de Salvamento Arqueológico del INAH recuperó osamentas de unos 145 habitantes de Zacatenco, de más de 2,500 años de antigüedad, al norte de la Ciudad de México, además de ubicar un área destinada a la extracción de sal hacia 1200 d.C., en el Posclásico Tardío.
Las osamentas son de recién nacidos, niños de tres a diez años, jóvenes y adultos; hombres y mujeres que poblaron una de las primeras aldeas de la Cuenca de México, los cuales fueron enterrados con el vientre vuelto hacia la tierra, -al útero al que regresa todo ser-, como lo han constatado arqueólogos y antropólogas físicas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que recuperaron 135 entierros en un predio del Cerro Zacatenco, en la CDMX.
En un comunicado, el INAH informó que bajo las capas de un terreno próximo al Acueducto de Guadalupe, un equipo de la Dirección de Salvamento Arqueológico (DSA) del INAH, ha trabajado los últimos seis meses en la recuperación de decenas de esqueletos extendidos que viran al oeste y al norte.
Hasta la semana pasada, los restos óseos correspondían a 145 individuos —en algunos entierros se hallaron dos o tres esqueletos—, pero no se descarta localizar más.
La arqueóloga Estibaliz Aguayo Ortiz, quien coordina el proyecto de salvamento, señaló que se trata de una zona de enterramiento de la antigua aldea de Zacatenco, la cual fue habitada hacia el periodo Preclásico Medio, entre 800 y 500 a.C.
En más de mil m2, en la parte centro-norte de una superficie total de 19 mil 500 m2, donde los especialistas han concentrado sus labores, todo parece indicar que “se trata de un mismo periodo de inhumación, algo provocó que este lugar fuera usado de forma súbita como zona de enterramiento, incluso en algunos puntos se sobrepusieron entierros. Tal vez hubo alguna sequía u otro factor de cambio ambiental, para esa mortandad, sobre todo infantil, señala la investigadora.
En 1935 el arqueólogo estadounidense George Vaillant reportó el sitio de Zacatenco. Tres décadas después, William T. Sanders, Jeffrey R. Parsons y Robert S. Santley volvieron a registrar éste y otros lugares mediante recorridos de superficie en el sur de la Sierra de Guadalupe, asentándolos en su obra colectiva: The basin of Mexico: ecological processes in the evolution of a civilization.
Esta exploración resulta una oportunidad para los siete arqueólogos y tres antropólogas físicas que trabajan en este espacio, porque desde hace más de 50 años no se había localizado uno similar, con una muestra poblacional considerable: 60 adultos, 40 infantes y el resto neonatos y subadultos, que ayudará a conocer las condiciones de vida de los habitantes del norte de la Cuenca de México, hace más de 2,500 años.
Si se considera que una aldea del Preclásico Medio contaba con una población de entre 5 y 6 mil habitantes, sin duda esta es una muestra representativa con estos 145 individuos localizados, a los que se suman cuantiosos artefactos dispuestos como ofrenda.
En la unidad de excavación que los arqueólogos están por finalizar, se observa más de una decena de osamentas, y cada una de ellas posee algún objeto a modo de ofrenda: una olla lustrosa acomodada a la altura de la clavícula; un punzón de hueso hacia el metatarso; alguna cuenta de piedra verde o de concha en el maxilar; un sartal hecho de colmillos de cánido que yacen entre los fémures de otro individuo.
Estibaliz Aguayo comenta que sobre varios entierros, entre ellos los de una mujer embarazada, se vertió un polvo rojo que podría ser hematita o cinabrio. También destaca un infante que fue ataviado con una especie de peto conformado por 162 placas de concha.
De manera paralela, el equipo de la DSA trabaja en otro contexto arqueológico en la parte centro-sur del predio, donde ubicó una zona habitacional con restos de pequeños cuartos, pórticos y patios, así como un espacio que estuvo dedicado a la extracción de sal durante el periodo Posclásico Tardío (1200-1521 d.C.).
Años atrás, como parte de otro salvamento arqueológico cercano a la estación del Metro Indios Verdes, la arqueóloga María de Jesús Sánchez reportó el hallazgo de esta aldea salinera.
En el salvamento arqueológico actual, se encontró cerámica del tipo Lagos Anaranjado Impreso, que corresponde a vasijas salineras y tinas recubiertas de estuco usadas para la extracción de este recurso, que se obtenía del agua salobre del Lago de México. Para sacralizar esta área se dispusieron entierros de neonatos dentro de cinco ollas que fueron colocadas bajo los pisos.
En la zona poniente del predio se halló otro contexto de la misma temporalidad, consistente en los entierros de dos individuos en posición fetal, acompañados de una ofrenda de braseros tipo Texcoco y tres pipas de cerámica que representan a un ave zancuda.
“Estamos en una zona que fue parte de la Triple Alianza formada por los reinos de Tenochtitlan, Tlacopan y Texcoco, y es posible que comerciara con este bien”, concluye la arqueóloga Estibaliz Aguayo Ortiz.
nrv