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La jerarquía nazi se mantuvo intacta en lo referente a la ambición artística: Adolf Hitler se hizo con la mayor colección de arte a partir de las obras expropiadas a lo largo de sus conquistas, sobre todo a familias nazis y el número dos del régimen, Hermann Goering, le siguió de cerca.
Un documento encontrado en los archivos del Ministerio francés de Exteriores ha servido de base para que el investigador Jean-Marc Dreyfus constituyera el "Catálogo Goering", que mañana estará en las librerías francesas en forma de libro.
En el mismo aparecen mil 376 cuadros, 250 esculturas, 168 tapices, firmas prestigiosas, Velázquez, Van Gogh, Botticelli, Rubens, Renoir, Monet, Cézanne o Munch, entre la nómina que muestra la ambición desmesurada de la segunda figura más importante del Tercer Reich.
Las piezas aparecen repertoriadas, descritas con minuciosidad antes de que fueran enviadas al palacio que Goering ordenó construir en Carinhall, cerca de Berlín, a principios de los años 1930 y destruir en los últimos estertores del régimen.
Solo el Führer atesoró más obras que Goering a lo largo del periodo nazi, 5 mil obras según los expertos, frente a las 3 mil100 que, en un momento o en otro, se considera que pasaron por manos de su número dos.
No en vano, Hitler publicó un decreto en 1938 en el que se otorgaba la primacía de toda obra confiscada.
Dreyfus considera que Goering fue, sin embargo, una pieza clave en lo que se refiere al robo de obras de arte, un coleccionista que, incluso, llegaba a competir con Hitler por algunos autores.
"Hasta los últimos meses de 1944 la gestión de su colección constituyó una de sus principales preocupaciones", sostiene el autor, especialista en la Shoah y la Segunda Guerra Mundial, que señala que durante la ocupación de Francia visitó París al menos en 20 ocasiones, siempre con el objetivo de examinar su botín.
A muchas de esas visitas asistió Rose Valland, que con el tiempo se convirtió en conservadora del museo del Jeu de Paume y cuya labor infatigable permitió tras la caída del III Reich restituir miles de obras a sus propietarios.
El ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius, prologa el libro, que asegura que es un testimonio de la "sistemática predación nazi".
Pero también pone de manifiesto rasgos de la personalidad del número dos del régimen, como sus gustos artísticos, que comenzaron centrándose en autores de estética germana para abrirse con los años a autores más modernos, inicialmente considerados "degenerados" pero que acabaron decorando las paredes de Carinhall.
La mayor parte de las obras expoliadas por los nazis y que han sido encontradas han sido devueltas a sus propietarios, entre ellos, la familia del propio Fabius.
Restan aquellos que no han sido reclamados y que cuyos legítimos dueños no han sido encontrados, que están en museos.
Algunas de las obras que aparecen en el "Catálogo Goering" siguen sin aparecer, sin que se sepa si han sido o no destruidas.
Dreyfus considera que el libro muestra también que la ambición de los nazis no era solo acabar con la raza judía, sino también con "toda huella de su existencia".
sc