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A mediados de los años 30 del siglo pasado, se encontraron en el interior del Templo de Kukulkán, un Chac Mol y un jaguar rojo de lomo aplanado e incrustaciones de jade que se convirtieron en piezas fundamentales del acervo maya en nuestro país por varias razones. La disposición del grupo de objetos entre los que sobresalen estas piezas, así como la estructura de las cámaras o salas de ofrenda donde fueron hallados, finalmente llevaron a determinar que había una segunda pirámide al interior del también llamado El Castillo. Se tiene la teoría de que podría existir una tercera pirámide, la estructura más antigua. Con la ayuda de la geofísica, los secretos podrían ser revelados.
Un grupo interdisciplinario de científicos mexicanos logró desarrollar una metodología para estudiar las variantes de la corriente en el subsuelo a través de las propiedades de la resistividad. En una primera etapa del proyecto financiado por la Dirección General de Asuntos del Personal Académico de la UNAM, se colocaron electrodos planos alrededor de la pirámide y obtuvieron una tomografía eléctrica tridimensional. Así visualizaron un cuerpo de agua debajo del templo.
Ahora se preparan para una segunda etapa de investigaciones donde planean penetrar hasta el corazón de la pirámide, pero prácticamente sin tocarla. “En realidad es algo muy simple, es la Ley de Ohm”, indica el doctor René Chávez Segura, especialista del Instituto de Geofísica de la UNAM y líder del equipo conformado por Gerardo Cifuentes Nava y Esteban Hernández Quintero, también del instituto señalado; así como Andrés Tejero Andrade, de la Facultad de Ingeniería; y Denisse Argote, del INAH.
La Ley de Ohm, postulada por el físico y matemático alemán Georg Simon Ohm, es una de las leyes básicas de la electrodinámica y dicta que la intensidad de la corriente que circula entre dos puntos de un circuito eléctrico es proporcional a la tensión eléctrica entre dichos puntos. Es así que debido a la existencia de materiales que dificultan más que otros el paso de la corriente eléctrica, la resistencia es mayor cuando la corriente disminuye, y menor al aumentar la corriente.
Probablemente la teoría resulte sencilla, pero materializar los presupuestos científicos requiere más capítulos. Los especialistas utilizaron un resistivimetro SySCAL-Pro. El principal reto fue lograr la programación del instrumento con los arreglos adecuados para poder explorar debajo de la Tierra con una pirámide de por medio, pues cuando el terreno es plano y libre de obstáculos, las dificultades son pocas.
Presente y pasado
Chávez comenta que esta metodología no convencional se desarrolló para trabajar en zonas urbanas con problemas estructurales. “En 2007 tratábamos de encontrar zonas minadas en Álvaro Obregón. Se veían las casas fracturadas, pero necesitábamos saber dónde estaba el túnel que provocaba la falla y a qué profundidad”.
El experto explica que de esta forma diseñaron lo que llaman “arreglos en L” y “arreglos en esquina”. “Es una manera de medir en la que partimos del hecho de que la energía eléctrica es como una burbuja. Sólo hay que saber precisamente dónde colocar los electrodos”.
Así que no necesariamente poniendo estas piezas al centro de las estructuras que bloquean, sino en determinadas geometrías del área a estudiar, lograron ir desarrollando un proceso automátizado en donde los electrodos se van apagando o encendiendo, según la programación requerida, para lograr distintos puntos de observación que al final dan forma a la imagen tridimensional.
“En Álvaro Obregón se sacaron algunos resultados que aún están inéditos, pero la verdadera prueba vino unos años después cuando recibimos la invitación de demostrar que bajo la catedral de Morelia había túneles de la época colonial. Rodeamos la catedral con electrodos y recabámos evidencias de la existencia de estos pasajes. El sistema funcionó mejor”. Detectando fracturamiento, hundimientos y cavidades en diferentes zonas de la ciudad de México, el equipo recibió una invitación para participar en un proyecto en la zona arqueológica de Pañhu en Hidalgo.
Una pirámide tenía problemas estructurales, pues estaba cerca de un desfiladero y el relleno se estaba deslavando. Allí se ‘sembraron’ 33 electrodos y se pudo observar la parte exacta de la fractura donde el material perdía fuerza. “Fue fantástico para el trabajo arqueológico de remediación adecuada de la pirámide. Eso nos sirvió para seguir mejorando”.
Chávez relata que esta experiencia le hizo recordar un proyecto en el que había estado involucrado dos décadas atrás en Chichén Itzá con un equipo de arqueólogos estadounidenses. “Los colegas efectuaron estudios con un radar de penetración terrestre (GPR) en la plaza de El Castillo. Encontraron en la escalinata este lo que denominaron trinchera enterrada”, señala y agrega que el conocimiento arqueológico ha demostrado que las pirámides en sí mismas guardan un simbolismo en relación a la Tierra como el centro del universo, el origen de la vida.
“Las antiguas culturas trataban de representar en sus pirámides el origen del hombre, la matriz, el útero de la tierra misma, que finalmente es una cavidad. La pirámide del Osario, también en Chichén Itzá, está asentada en una cavidad, así que no me parecía extraño que Kukulkán siguiera el mismo camino”. La inquietud permaneció en Chávez durante varios años, pero antes se decidió probar la metodología no invasiva de exploración precisamente en El Osario, también conocida como la llamada Tumba del Sumo Sacerdote.
Agua, tierra y vida
El entrevistado cuenta que las indagaciones del diplomático estadounidense Edward Herbert Thompson, quien habitó (y explotó) la zona de Chichén Itzá a principios del siglo XX ya habían revelado la existencia de esta cavidad por debajo de la pirámide que después fueron corroboradas por el arqueólogo Peter Schmidt en este siglo. Este último encontró importantes similitudes entre Kukulkán y El Osorio.
Probado el método, se desplazaron a El Castillo donde finalmente con cuatro arreglos (“L”, “esquina”, “ecuatorial dipolar” y “mínimo acoplamiento”) se pudo realizar la tomografía eléctrica tridimensional a color, donde los materiales menos resistivos se colorearon de azul.
“En El Castillo se colocaron los electrones planos que se conectan a la computadora del equipo programado para medir por secuencias según los diferentes arreglos. Cinco días de mediciones dieron como resultado el descubrimiento de un medio acuoso o húmedo, rodeado por una estructura que podría ser de caliza”.
El científico explica que en un suelo kárstico, de calizas, como el característico de la península de Yucatán, es muy común que haya ríos subterráneos que formen enormes cavidades. Cuando colapsan en la parte superior se le llaman cenotes. Chávez agrega que estrictamente hablando, el cuerpo de agua encontrado bajo la pirámide de Kukulkán no es un cenote porque está tapado y la parte de arriba no está colapsada.
El agua es el mejor conductor en contraste con el aire. “Los azules en la imagen indican agua, en realidad humedad. El rojo puede ser indicador de materiales mal compactados, rellenos. “También hay especies de salidas por donde el agua fluye. No estamos seguros, pero podría haber una conexión con el cenote sagrado y el de Xtoloc, también hacía el sur. Hay otros rasgos que indican hendiduras que podrían ser pasajes”.
Del 12 al 25 de octubre el equipo de científicos universitarios tienen un nuevo reto en la zona arqueológica de Chichén Itzá. “La siguiente fase consistirá en ver hacia el interior de la pirámide de Kukulkán y tratar de identificar dos cosas: las etapas constructivas del Castillo y definir con mayor claridad las características de la cavidad debajo de la pirámide porque ahora vamos a poner los detectores sobre la pirámide”, señala y explica que la intención es realizar las mediciones en cada una de sus nueve terrazas o plataformas.
“Debajo de la pirámide que vemos hay otra a la que se puede accesar desde una de las escalinatas que conecta al interior con un pequeño templo. Nuestros ancestros llegaban y construían una pirámide. Los que llegaban la cubrían con material de relleno y edificaban encima una nueva”.
El especialista también señala que otra pregunta podría ser si una de las estructuras que se observan en el cuerpo de agua podría ser una especie de entrada a una posible tercer pirámide, pero insiste en que son sólo teorías.
“Colocando electrodos en la parte más baja del templo, tendremos una visión más cerrada de lo registrado en la primera parte de la investigación. Podremos ver qué pasa en la parte de arriba del cenote. Finalmente se trata de demostrar la importancia de la geofísica en la arqueología. Incluso estas herramientas le pueden dar un giro al conocimiento de la cultura maya al confirmar ciertas hipótesis y abrir nuevas preguntas”.