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La presión era considerable para Abdul Gouda y sus compañeros de clase de la Universidad George Mason: del éxito de su proyecto no dependía sólo su graduación, sino también las esperanzas de una adorable niña de 10 años.
Isabella Nicola, una alumna de quinto grado, quería tocar el violín, pero había nacido sin la mano izquierda y con un antebrazo muy corto. Su profesor de música de la escuela primaria Island Creek, en el condado de Fairfax, le había construido una prótesis que le permitía mover el arco con el brazo izquierdo y tocar las cuerdas con la mano derecha —al revés de como suele enseñarse_. Pero la prótesis era pesada y él pensó que tendría que haber una opción mejor. Acudió a Mason, donde había estudiado.
Resultó que Gouda y sus cuatro compañeros del departamento de bioingeniería estaban buscando un proyecto. A los alumnos se les requiere hacer un proyecto final en su último año y su idea final se había desmoronado.
Aun así, Gouda admitió que había tenido reparos al principio.
"En cierto modo es mucha presión", dijo. "Es tener a esta niña que cuenta con uno, y se espera que cumpla las expectativas".
El equipo —Gouda, Mona Elkholy, Ella Novoselky, Racha Salha y Yasser Alhindi— desarrollaron varios prototipos a lo largo del año. Había bastante documentación sobre proyectos similares, lo que les ayudó a tener un buen comienzo, pero el caso de Isabella es único y el proyecto incluyó mucho ensayo y error.
Isabella se comunicó fácilmente con el grupo y les dio sus impresiones, especialmente sobre el peso. La primera versión pesaba 13 onzas (369 gramos), mientras que la final se quedó en 30 o 50 gramos menos tras los comentarios de la joven.
El equipo reclutó a una profesora de música de Mason, Elizabeth Adams, que les orientó sobre lo que necesitaría Isabella para tocar el violín con elegancia.
Isabella recibió el jueves su prótesis final, construida en una impresora 3D y rosa fucsia —a petición de la niña— con el texto "accesorio de Isabella" escrito en el antebrazo.
Ella tocó algunas escalas tras ajustarse la prótesis, e incluso unos compases del "Himno de la alegría" de Beethoven.
"Madre mía, es mucho mejor", dijo Isabella al probarse la nueva prótesis.
Y el equipo tenía una sorpresa para ella: un accesorio intercambiable que le permitiría sostener un manillar y montar en bicicleta.
"Me siento muy afortunada de tener a este grupo increíble de personas", dijo Isabella.
La pequeña estaba convencida de que quería tocar música cuando su escuela comenzó a ofrecer lecciones de instrumentos de cuerda en cuarto grado.
"Nunca le dije que no. Le dije que lo intentaríamos. No había garantías de que la escuela pudiera hacer una adaptación", dijo su madre, Andrea Cabrera. "Con estos pequeños milagros, siguió hacia delante".
Isabella nunca tuvo ninguna duda de que todo saldría bien.
"Sentí desde el principio que podría tocar", dijo. "Siempre he tenido perseverancia".
nrv