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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
El complot mongol, la novela que es considerada pionera del género negro en México, tiene ya su novela gráfica. Y Filiberto García, el protagonista de la historia, que es al tiempo héroe y antihéroe, tiene un rostro más duro y oscuro que el que le otorgó Pedro Armendáriz Jr. en la versión cinematográfica. Durante los primeros días de julio, el Fondo de Cultura Económica en coedición con Joaquín Mortiz pondrá a circular El complot mongol, la novela gráfica con guión de Luis Humberto Crosthwaite y dibujos de Ricardo Peláez Goycochea.
La edición en gran formato y pasta dura, con ilustraciones en blanco y negro que sale con una primera edición de 6 mil ejemplares dentro de la colección Tezontle del Fondo de Cultura Económica, se ha convertido en la primera novela gráfica publicada por el Fondo, y el primer libros ilustrado para adultos de la misma cada editorial.
La historia se desarrolla en la calle de Dolores, en una Ciudad de México secretamente poblada por agentes internacionales, políticos corruptos y células asiáticas y en donde un grupo de chinos parece estar planeando una conjura para asesinar al presidente de los Estados Unidos durante su visita a nuestro país, y tiene como protagonista a Filiberto García, antiguo verdugo de las tropas villistas y ahora matón. Esta versión destaca por un trazo de alto contraste muy cercano al cómic estadunidense, pero la línea de los mejores dibujantes franceses.
Ricardo Peláez recupera la sordidez recóndita del México moderno y Luis Humberto Crosthwaite resalta el lenguaje de la historia de Rafael Bernal, plagada de pinches. “Pinche complot”, “pinches chinos”, “pinche Martita”. A decir de Ricardo Peláez, como trama, El complot mongol “tiene una historia muy sabrosa, personajes entrañables, una trama con giros dramáticos, temáticos y argumentales lo suficientemente bien estructurados como para hacerla susceptible de tener esta tensión dibujística que lleva el página a página de una historieta; tiene romance, tensión sexual, violencia, tramado internacional y tramado local”.
El largo camino gráfico. En 2000, el escritor tijuanense Luis Humberto Crosthwaite adaptó a historieta la novela El complot mongol, de Rafael Bernal; para la ilustración la tarea se le encomendó al mexicano Ricardo Peláez Goycochea. Sin embargo, el proyecto que estuvo pensado para el Centro Cultural Tijuana nunca se concretó; luego Vid Ediciones lo comenzó a editar por entregas, lo haría en cuatro partes, pero sólo salió una.
Años después, Random House Mondadori intentó retomarlo pero sin suerte. En 2014, en el marco del Centenario del nacimiento de Rafael Bernal, el Fondo de Cultura Económica comenzó la gestión con Joaquín Mortiz, quien posee los derechos editoriales de la novela, con el fin de concretar ese proyecto en una novela gráfica coeditada por ambas editoriales. Una novela que está a punto de comenzar a circular y que representa la apuesta del Fondo.
Eduardo Matías, director Literario del Fondo de Cultura Económica reconoce que es la primera novela gráfica que publican. “En México, la novela gráfica está teniendo bastante auge, es reciente, no es del mismo tipo de libros que se ve en Europa, por ejemplo, donde hay editoriales especializadas en novela gráfica, e incluso publican obras como El Capital, de Marx, con el fin de acercar ese tipo de obras a un público muy diferente. La apuesta del Fondo ahora es a la narrativa gráfica, una narrativa que muestra la relación entre lo gráfico y la literatura, ver cuáles son las características que se complementan, cuáles las diferencias; también busca apostar a una difusión y mantener cierta vanguardia literaria y editorial”.
Ricardo Peláez sabe que el camino para la publicación de la novela gráfica fue larga porque no hay una tradición consolidada de edición de estos materiales en el mercado mexicano. “Históricamente ha estado muy divorciada la industria editorial de la historieta con la industria editorial del libro. El concepto mismo de novela gráfica es muy reciente y es el que ha venido a darle un estatus cultural a la historieta. A partir de que se le denomina novela gráfica empieza a tomársele en serio como producto editorial”.
Peláez Goycochea recuerda que a principios de 1980, Paco Ignacio Taibo, desde la Dirección General de Publicaciones en coedición con la SEP, emprendió un proyecto muy ambicioso de crear desde las instituciones culturales y desde Educación, una colección de historietas. “En ese contexto surgió la primera adaptación a historieta de El complot mongo, fue una de las novelas que se adaptaron porque una de las colecciones era novela mexicana; la versión estaba dibujada por Antonio Cardoso, pero le quitaron el pinche a los monólogos de Filiberto. Toda esa sabrosura del pinche se la quitaron porque se trataba un proyecto cultural del Estado”, señala Peláez.
Con una intriga armada a la perfección, la obra cumbre de Rafael Bernal, aparecida en 1969, permite múltiples lecturas; así, a casi 50 años es llevada a la novela gráfica, donde literatura e imagen se mezclan para dar vida a esta historia donde Filiberto García debe desentrañar, con ayuda del FBI y de la KGB, una confabulación internacional que se fragua en el barrio chino.
“Pensamos que lo mejor para la obra era hacerlo a dos tintas, por el mismo tono de la novela, decidimos mantenerlo como en la oscuridad y no a cuatro tintas, como se hizo el primer tomo en Editorial Vid; apostamos por el blanco y negro que nos servía para mostrar los contrastes de lo que se está complotando, lo que se tiene que ir descubriendo poco a poco y cómo se van respondiendo las cosas”, afirma Matías, quien reconoce que la historia aún posee un tema innovador y misterioso para los lectores mexicanos.
La propuesta con esta edición es llegar a otros públicos que no ha leído la novela de Rafael Bernal, pero, incluso, las dos editoriales quieren cautivar al público conocedor de la obra pero desde un acercamiento distinto.
“Justo por el formato, el cuidado que se ha puesto en la edición —en realidad se suponía que este libro iba a salir en 2015, para el centenario del autor—, representa una gran apuesta que impulsó la anterior directora de Literatura del Fondo, Adriana Romero, un proyecto muy arropado por Tomás Granados, gerente editorial del Fondo de Cultura Económica en ese momento. Es un proyecto que se gestó directamente desde el Fondo y que no hubiera sido posible sin la participación de Planeta”, asegura Matías, quien define a la novela gráfica como una obra fresca y atrayente.
“Es la primera novela gráfica que publicamos, vamos a analizar el tipo de obras que deberían llevarse a la narrativa gráfica, ver otras cuestiones como la económica porque sin duda es un trabajo laborioso que requiere bastante tiempo y compromiso. En principio es la primera novela gráfica”, concluye Eduardo Matías.