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"Desmoralizado": así se sintió el escritor Richard Ford, uno de los más agudos observadores del Estados Unidos contemporáneo, cuando llegó Donald Trump a la Casa Blanca, a quien considera "imbécil, incompetente, mentiroso".
Pero para este heredero de Hemingway y Faulkner, galardonado con el premio Princesa de Asturias de las Letras 2016, el magnate podrá sacudir las instituciones de su país, pero nunca destruirlas.
Ford, nacido en Misisipi en 1944, prolífico narrador y novelista y creador de la exitosa trilogía de Frank Bascombe, conversó con AFP durante su visita a la Feria Internacional del Libro de Bogotá.
- ¿Cómo no anticipó el triunfo de Trump?
- Estaba cegado por lo que quería que sucediera. Y eso me hizo sentir que no conozco a mi país tan bien como creía. Debería conocer a la mayoría de gente que votó por Trump, porque es gente como mi familia y todos en mi familia votaron por Trump. Debería haber sabido. No lo supe porque, al igual que Hillary (Clinton), estaba aislado de las preocupaciones de esas personas. Siempre supe que los estadounidenses tenían una veta nihilista, en particular con respecto al gobierno.
- Dijo que Trump encarna la indiferencia hacia el gobierno. ¿Por qué?
- En parte por el tamaño del país: en Montana cuesta creer que Washington existe. Lejos de la sede, el gobierno se debilita, es menos sentido y más resentido. Desde el principio, los estadounidenses han sido escépticos ante un gobierno federado. Les interesa "la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad", como dice la Declaración de Independencia. Que los dejen hacer, que el gobierno no interfiera, no regule. Y sin embargo, cuando hay un desastre natural, quieren que el gobierno ponga sus casas en orden, reconstruya sus carreteras y puentes. No es más que una contradicción en un país lleno de personas atomizadas, aisladas.
- ¿Cómo se sintió cuando ganó Trump?
- Desmoralizado. No porque crea que vaya a destruir el país. Podría provocar una guerra con Corea del Norte que podría derivar en una calamidad. Definitivamente puede hacerlo. Pero también veo la Presidencia de Trump como una colosal pérdida de tiempo.
- Lo llamó "imbécil, incompetente, mentiroso, patán sexual". ¿Todavía lo piensa?
- Sí, lo creo aún más ahora. No tengo una visión apocalíptica. Tengo una fuerte fe en las instituciones que hacen de Estados Unidos un país fuerte y bueno. Estas instituciones serán sacudidas, pero no destruidas. Los estadounidenses sufren de lo que podríamos llamar lasitud moral: ¡No votan! Quizás más personas voten si ven que es un presidente terrible.
- Algunos dicen que no terminará su mandato.
- No terminará si los republicanos comienzan a verlo como un lastre, o si surge algún caso de corrupción pública vinculado con un conflicto de interés financiero. O también se puede morir. Pero no quiero desear eso, porque entonces habrá luto nacional, en el que yo no podría participar.
- ¿Tiene un ideal de país?
- En mis libros no pienso mucho en eso. El país es demasiado diverso. Es suficiente tratar de mirar el mundo con afecto y empatía y tratar de decir lo que es, no lo que debería ser.
- Se considera un novelista político. ¿Por qué escribe?
- Porque leo, por eso escribo. Soy disléxico, pero afortunadamente no severo y con esfuerzo logré hábitos de lectura que resultaron ser muy útiles para escribir novelas. Voy despacio, escucho el lenguaje. Leer es lo que me llevó a escribir libros. ¡Y cuando uno envejece tiene más tiempo para leer!
- ¿Qué está leyendo ahora?
- Libros sobre la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), porque estoy pensando en escribir sobre alguien que la tiene. Será un libro de Frank Bascombe, si no estoy demasiado viejo, porque una novela requiere mucha fortaleza.
- ¿Ha sido feliz, como le pidió su madre al morir?
- Sí. Me casé con la chica correcta. He sido capaz de usar mi vida al servicio de mis objetivos más altos: escribir libros que le sirvan a la gente. Viví en casi todos los lugares en los que quería vivir. He tenido la suerte de no enfermarme. Y no tengo hijos.
- ¿Se arrepiente?
- ¡En absoluto! Me regocijo. Sé que si hubiera tenido hijos habrían sido una excusa para fracasar como escritor. Y lo mismo siente mi esposa, incluso más que yo. En 49 años de casados estamos más cerca que nunca. Creo que porque ninguno fue carcelero del otro. Lo que me hace más feliz es cuando mi esposa entra en la habitación.
nrv