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El 11 de mayo de 1917 vio la luz por vez primera El Universal Ilustrado, un seminario tan moderno e innovador como el periódico EL UNIVERSAL, que lo impulsó hace justo 100 años. Esa revista que estudiosos e investigadores califican de “muy divertida y dinámica” representa un parteaguas en el periodismo mexicano, pues revolucionó la prensa y logró lo que antes parecía imposible: combinar frivolidad, polémica, fotografías y caricaturas, con notas originales de corresponsales en Europa y Estados Unidos.

“Si revisas la prensa previa, incluso la contemporánea al semanario, se trata de prensa cultural solemne, que cubre respetuosa y oficialmente una serie de acontecimientos culturales. La dinámica de El Universal Ilustrado es otra: no la cobertura del banquete a un escritor, y del vernissage de una exposición de pintura, de las conferencias en un recinto ni de las efemérides del año. Eso también está, pero con un acento menor. Acá el centro son las encuestas, los reportazgos, las bromas culturales, las tiples y el teatro de revista, las actrices de cine norteamericanas y las nuevas modas y productos de belleza”, afirma Yanna Hadatty Mora, investigadora del Centro de Estudios Literarios de Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.

La historia y aportes de esta revista semanal que hizo época bajo la dirección de Carlos Noriega Hope —de 1920 a 1934— son revisados por estudiosos e investigadores de la prensa. Viviane Mahieux, Yanna Hadatty, José Luis Martínez S., Julieta Ortíz y Cinthya Han coinciden en señalar que fue una revista que marcó un antes y un después en el periodismo de México.

Incluso van más allá. Viviane Mahieux, profesora del departamento de español en la Universidad de Irvine, California, dice que “pensar El Universal Ilustrado sólo como proyecto periodístico es reducir tanto su alcance como la creatividad de su contenido. Fue una publicación que verdaderamente marcó el tono de la cultura postrevolucionaria: en el periodismo, claro, por su formato de ‘revista de peluquerías’, que abarcaba tanto lo popular como lo erudito, pero también marcó el tono de conversaciones públicas sobre literatura, pintura, fotografía, arquitectura, cine, medios de comunicación (como radio), música, etc.”

La doctora en Letras Hispánicas por la Universidad de Harvard y que ha estudiado este semanario a través de Carlos Noriega Hope y Cube Bonifant —la protagonista de su libro Una pequeña marquesa de Sade— asegura que esta revista logró ser innovadora y exitosa en lo comercial precisamente porque le apostó a ser ecléctica.

“Aunque obviamente hubo un núcleo de escritores e intelectuales que estaban al frente de la publicación, una variedad de tonos y de puntos de vista coexistían en sus páginas. También supo adivinar (o más aún, supo propiciar) la existencia de un público diverso, con distintos intereses, con distintos niveles de educación y variado poder económico. No era sólo que había algo para todos, sino que los lectores tenían intereses más variados de lo que la prensa más tradicional hubiera anticipado”, asegura en entrevista Mahieux.

El editor y periodista José Luis Martínez S. asegura que El Universal Ilustrado representa uno de los momentos estelares del periodismo mexicano. Y que sus páginas alojaron una nómina impresionante de escritores, fotógrafos, caricaturistas y periodistas que lo volvieron un espacio moderno, audaz, desenfadado, polémico. “El Universal Ilustrado es ejemplo de apertura periodística, de pasión por la cultura, de imaginación y talento. Noriega Hope lo dirigió entre 1920 y 1934 —para mí— los mejores años de una publicación que enorgullece al periodismo cultural mexicano”.

Arte y periodismo.

Justo la combinación de buen periodismo, literatura, cultura, moda y arte gráfico y visual fue una de las características de este semanario que tuvo entre sus logros promover las novelas por entregas.

Cinthya Han, quien ha estudiado el arte visual en El Universal Ilustrado, dice que éste fue un espacio con el cual se fomentó la difusión de la cultura escrita y visual debido a su contenido “misceláneo”, que reflejó el auge del periodismo literario. Asimismo, cubrió el interés entre sus lectores con variadas secciones de información general, entre ellas el arte. “El semanario fungió como escaparate de  innovadoras caricaturistas de retrato en los años 20 que ofrecían un estilo ‘sintético’, que consistió en dar máxima expresión con un mínimo de líneas y sin que fuera necesaria la distorsión del personaje, que es lo que suele hacerse en la caricatura tradicional”.

Cinthya Han destaca la importancia de sus imágenes porque exponen una fuerte unión con el arte y la estética del siglo XX, tal es el caso de sus anuncios publicitarios, las historietas y las caricaturas. “La publicación nos permite observar aquello que se conoce como ‘la estética del suplemento’, pues brinda la  atmósfera  y  los  estilos artísticos  característicos de la época. Fue un semanario vanguardista, un modelo de su siglo y de su circunstancia”.

La historiadora Julieta Ortíz dice que esta revista semanal que se publicó de 1917 a 1940 es “heredera de la calidad literaria, visual y técnica de la prensa finisecular, continuó y superó estos objetivos, promovió los valores literarios del buen periodismo, cuidando siempre la información oportuna y amena dentro de un ámbito cosmopolita”.

La estudiosa del Archivo Histórico y de Investigación Documental del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM relata que este semanario contó con la colaboración de poetas y hombres de letras como José Juan Tablada, Salvador Novo, Gilberto Owen, Celestino Gorostiza, Rafael Heliodoro Valle y Jorge Piñó Sandoval.

Pero también abrió espacios para las colaboraciones gráficas de artistas como Gabriel Fernández Ledesma, Jorge Duhart, Andrés Audiffred, Fernando Bolaños Cacho, Gómez Linares, Alfredo Flores, Juan Arthenack, Mariano Martínez Sixto y Antonio Gedovius, sobrino del ilustre Germán Gedovius.

Además de Manuel Agustín López, el llamado Cav López, y el destacado Carlos Neve, dibujantes de la casa Maxim’s; “así como el extraordinario dibujante e ilustrador Ernesto García Cabral, cuya obra puede considerarse la crónica visual y artística de toda una época. Destacaron en la ilustración, la caricatura y en la elaboración de anuncios comerciales”, señala Ortíz.

Yanna Hadatty asegura que El Universal Ilustrado desarrolló a partir de los años 20 un estilo de periodismo cultural profundamente mexicano, moderno  y postrevolucionario. “No es que sostengan una bandera nacionalista, es que son un proyecto que apuesta por la renovación y el crecimiento empresarial, trabajan con una gran cantidad de periodistas locales, con la clara apuesta por los intereses más diversos mientras se enmarquen en el campo cultural mexicano, y con enfoques modernos. Las crónicas, las columnas editoriales, las páginas del director, las fotografías, los anuncios publicitarios, la relación con los lectores, todo habla de un cambio, de  la construcción de algo nuevo, de un tiempo nuevo”.

Entre los protagonistas de esta historia centenaria, José Luis Martínez S. destaca a Cube Bonifant, a quien Viviane Mahieux define como “la primera cronista del periodismo mexicano”, y quien llegó a El Universal Ilustrado a los 17 años por invitación de Noriega Hope, convirtiéndose en una articulista prolífica, provocadora, sin miedo a los debates con personajes como Francisco Monterde García y Ernesto El Chango García Cabral. “Ella documentó exhaustivamente la vida cotidiana, de día y de noche, pero también —como Luz Alba, otro de sus pseudónimos— fue pionera de la crítica cinematográfica y —como qb— autora de la columna Estación Radiodifusora del Ilustrado”. De acuerdo con Viviane Mahieux, esta columna se concibió como una parodia de la radio mexicana de los tempranos años 30.

Julieta Ortíz asegura que las virtudes de El Universal Ilustrado tienen que ver con el tipo de prensa que introduce en México EL UNIVERSAL, los lenguajes periodísticos de los nuevos tiempos de la comunicación masiva y los mass media, pues “abre una ventana al mundo para cumplir provechosamente con el propósito de comunicar eficazmente la información y el conocimiento, factores indispensables en la conformación de las modernas democracias de nuestro mundo”.

Son tales las virtudes de este semanario que aún es un objeto de estudio. Yanna Hadatty tiene en marcha el “Estudio y edición de las crónicas de Arqueles Vela (1922-1932)”, que en su mayoría fueron publicadas en El Universal Ilustrado y que espera publicar en 2018. “Todavía queda mucha tela de dónde cortar”, dice la autora de Prensa y literatura para la Revolución. La Novela Semanal de El Universal Ilustrado.

Por su parte, Viviane Mahieux seguirá tras la pista de Noriega Hope y otros directores de periódicos de la época “para tratar de recrear y comprender los grandes debates periodísticos, y cómo marcaron la cultura de los años 20 y 30 en México”.

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