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Hay otras historias de amor, de despecho y de ambición que ocurren fuera de los libros que dejaron los grandes escritores una vez muertos. Historias en las que los herederos son los protagonistas. Albaceas, parejas, amantes, hijos aquí y allá. Hasta personajes insospechados que se revelan cuando se abre el testamento.
Entre los pleitos más comunes hay reclamos por derechos de propiedad intelectual, demandas por plagio, por injurias, por defraudación. Pero también hay obras adulteradas, publicaciones póstumas de libros —que en vida el autor decidió no publicar— o pérdida de tesoros como las bibliotecas personales de los escritores y sus documentos, ya sea por desidia o por conveniencia económica. Hasta hay dedicatorias eliminadas ex profeso por enconos personales.
“Siempre pensé que las bombas de tiempo debieran llamarse testamentos”, dijo en 1990 Adolfo Bioy Casares. Se refería a un conflicto por la herencia de su abuela. Él mismo sería luego protagonista de un penoso juicio por su sucesión, que llegó a incluir a más de una decena de abogados y se extendió 15 años. Una sucesión que también era la de su mujer Silvina Ocampo. Esa frase podría resignificarse ante los conflictos protagonizados por las herederas de Jorge Luis Borges y Roberto Bolaño.
A fines de noviembre, un juez dictó el procesamiento de un escritor y profesor universitario por defraudación y lo embargó por 30 mil pesos. En 2009, Pablo Katchadjian había elegido uno de los más célebres cuentos de Borges, El Aleph, y le había agregado palabras en un proceso de experimentación literaria que tituló El Aleph engordado, cuya intervención explicaba en el prólogo. Sin pedir permiso a la heredera, María Kodama, editó 200 libros que él vendió por una cifra simbólica de 15 pesos y regaló otros tantos.
“La ley intenta defender la creación. El problema es que cuando la creación pasa a ser manejada por los herederos del autor pareciera que no todo el mundo está de acuerdo con las decisiones tomadas”, dice la especialista en derecho de autor Mónica Herrero.
Kodama, famosa por demandar a todos los que se atreven con la obra de Borges, dijo haberse enterado de que en 1979 había sido nombrada heredera universal a cuatro días de la muerte del escritor (junio de 1986).
El abogado me llama a Ginebra: “Vos has sido nombrada desde los años 70 heredera universal de Borges”. “Yo estaba destruida, así que no sentí nada”. El fragmento pertenece a la entrevista que Kodama dio a la revista Orsai.
En el nombre del padre. Algunos herederos sienten que son curadores de la obra. Y eso a veces es un problema. Es el caso de Mirta Arlt, hija única de Roberto Arlt, de quien se dice modificó palabras de obras emblemáticas como Los siete locos o Los lanzallamas por considerarlas soeces o inapropiadas.
“Creo que el principal problema que tuvimos quienes nos dedicamos a Arlt antes de que vencieran los derechos de autor fue la imposibilidad de publicar su obra. A diferencia de María Kodama (que edita y reedita la obra de Borges), Mirta Arlt no publicó la totalidad de la obra de su padre pero tampoco dio el permiso para que otros la publicáramos. La primera consecuencia de esto es que, hasta hoy, no existe todavía la obra completa de Arlt editada. Además vendió los papeles y fotos que quedaban de su padre al Instituto Iberoamericano de Berlín. El fondo documental de Arlt está en el extranjero y no en su propio país. Y si Mirta efectivamente corrigió los libros o no, es un mito”, dice Sylvia Saítta, biógrafa del escritor.
Antes de su muerte, Bioy testó como heredero a Fabián Bioy Demaría, su hijo extramatrimonial, a quien dejó la mitad de la herencia. La otra mitad la dividió en 30% entre sus tres nietos, los hijos de Marta Bioy Ocampo, también fallecida, y (sorpresa) también heredó a su enfermera, Lidia Ramona Benítez. “Le dejó 20% a Lidia... Fue una especie de indemnización por dejar su antiguo trabajo y dedicarse sólo a él”, dice Silvia Renée Arias, autora de Bioygrafía y Los Bioy (Tusquets).
Hoy la única derechohabiente de su obra —y de la mitad de la de Silvina Ocampo— no es alguien que provenga de alguna de las dos tradicionales familias de este matrimonio, sino Sara Josefina Demaría, la madre de Fabián. Al morir el hijo en 2006, sin descendencia, lo heredó y hoy es representada por la célebre Agencia Literaria Carmen Balcells, en Barcelona. “La señora Demaría, conocida como Fina, una bellísima mujer con la que Bioy tuvo a Fabián en 1963, por su avanzada edad no da entrevistas. Tampoco sus otros dos hijos. Mientras que el albacea de los diarios y escritos personales, elegido por el propio Bioy, es Daniel Martino”, comentó el editor Alberto Díaz, responsable en lo que se refiere estrictamente a la obra cuyos derechos exclusivos para la lengua española están en el sello Emecé.
La editorial durante años depositó los derechos de autor de Bioy Casares en un juzgado. Cuenta el editor: “En el momento en que él muere, pasó todo a juzgado, un juicio larguísimo en el que se impugnaban unos a otros. Curiosamente en el caso de Bioy esto no fue un impedimento para seguirlo publicando”.
Mujer versus ex mujer. Si bien Roberto Bolaño pasó sus últimos años en pareja con Carmen Pérez de Vega, no dejó testamento. Para la ley, la heredera era su aún mujer: Carolina López.
Su heredera retiró toda la obra de Anagrama y firmó un contrato con Alfaguara que incluía la edición de unos inéditos. Esto generó reacciones por parte del crítico y amigo de Bolaño, Ignacio Echeverría, y del mismo Jorge Herralde, editor de Anagrama. En esta historia la figura de Pérez de Vega, quien acompañó a Bolaño los últimos seis años, tiñe toda la saga de enconos que fueron vertidos en una serie de artículos que se cruzaron públicamente los protagonistas en la prensa.
Volvamos a Kodama. En una entrevista dijo que hay dos obras de Borges que no va a publicar jamás. “Él las hubiera corregido y hubiera hecho una cosa maravillosa de eso. Yo sé que eso era una especie de borrador y nada más, respeto lo que él deseaba”.
Testamento previo. “Muchos escritores tienen conflictos con sus segundas o terceras nupcias. Peleas de viudas para ver quién es la verdadera mujer del autor. Temas que mezclan narcisismo con literatura. Muchas veces por eso se termina dividiendo la obra y se toman malas decisiones con los textos inéditos. Hay quienes publican hasta la lista del supermercado del autor o presentan como novelas o libros terminados novelas o libros juveniles que los autores nunca quisieron publicar”, reflexionó Díaz.
Julio Cortázar y Aurora Bernárdez se separaron luego de una historia de infidelidad. Ella, dicen, supo y quiso la ruptura. Sin embargo él no se despegó definitivamente de ella. Tuvo un romance con la editora y escritora lituana Ugné Karvelis y unos años después conoció a su segunda esposa, la escritora y fotógrafa Carol Dunlop. Sin embargo, en los años 80, Cortázar enfermó y Aurora se convirtió en la única heredera de su obra publicada y de sus textos.