Clínica de Periodismo

La idea de que a un autor se le tiene que venerar como a un dios es algo de lo cual Cristina Rivera Garza se mantiene muy alejada. La autora de novelas como Nadie me verá llorar y La cresta de Ilión comenzó su último libro: Había mucha neblina o humo o no sé qué (Random House) con un experimento literario de reescritura digital sobre la obra de Juan Rulfo (mirulfomiodemi.wordpress.com). En ese sitio se acercó a un Rulfo cotidiano, viajero y humano.

Rivera Garza se ha caracterizado por ser una escritora polifacética e incansable exponente de temas contemporáneos como la migración, la vida urbana, la locura y los estudios de género. Había mucha neblina... es ensayo, cuento, poesía y crónica en el mismo eje: Cristina y su Rulfo. Mediante un trabajo documental, la aproximación de Rivera Garza a Rulfo deja de ser sólo espiritual y se convierte en un testimonio de vida.

Rivera Garza acaba de ser galardonada con el Premio Excelencia en las Letras “José Emilio Pacheco” 2017 que entregan la Feria Internacional de Lectura Yucatán y UC-Mexicanistas, y que han recibido el propio José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska, Fernando del Paso y Juan Villoro.

En Había mucha neblina o humo o no sé qué, ¿hay apropiación del estilo de Rulfo en tu escritura?

Yo he leído a Rulfo con mucho cuidado por muchos años, tuve por un tiempo un blog, que es Mi Rulfo mío de mí, donde hice un ejercicio de reescribir una obra utilizando exactamente las mismas palabras pero haciendo la traducción de un género a otro, entonces lo que vemos en Pedro Páramo en prosa yo lo fui poniendo a veces en verso libre. Son reescrituras transparentes, no son tanto proyectos de apropiación sino lo que llamo des-apropiación; si para algo nos ayuda la ficción, creo que es para invitar la obra a mutar a distintos soportes y distintas medidas.

También hay crítica a la obra de Rulfo, ¿eso te acerca o te aleja de él?

Estamos muy acostumbrados a endiosar a nuestros autores y a veces se piensa que producir retratos en blanco y negro es lo que podría fermentar un interés más general en una cierta obra. Creo que Rulfo, un ser humano con una gran capacidad, un talento increíble y una sensibilidad a toda prueba, es un productor de textos complejísimo. Aceptar esa complejidad es lo que nos acerca a nuestros intereses, amores, a nuestra vida cotidiana. Cuando tratamos de producir retratos uniformes o nada más enfatizar ciertas características perdemos en este abrazo hacia lo complejo que podemos ser los seres humanos.

¿Esta escritura te dio oportunidad para hablar de un presente?

Claro, toda reescritura es una recontextualización, una actualización de palabras, de estructuras sintácticas, semánticas, que nos siguen hablando el día de hoy; esa es una de las cuestiones bien interesantes de Rulfo, que muchos de los ejercicios y de la experiencia vital de la que se hacen su figura y su experiencia son más significativos ahora de lo que fueron. Sigue hablando de maneras muy puntuales, muy precisas y también muy críticas sobre el mundo en el que vivimos.

En este libro podemos encontrar biografía, narrativa, poesía, ¿cuál es el resultado?

Este es un libro muy pegado a la tierra, tiene la vocación de viaje y de mutación; creo que para perseguir la vida de alguien, para tratar de hacer conexiones entre trabajo y sentido del empleo, entre producción material y producción estética, es necesario utilizar todos los recursos que uno tenga y no dejarse limitar por cierta idea de género literario. Aquí eso está muy unido. La complejidad de la relación entre Rulfo, su trabajo y su obra, y la relación de mi lectura con Rulfo, requería de un libro que pudiera estar continuamente abriendo puertas y aceptando esa complejidad en su interior.

¿La Influencia de Rulfo en ti es más personal o literaria?

Creo que de todo, pero no es mi lugar decirlo. Me interesaban (de él ) aspectos que veía que no se habían explorado tanto: la relación del que produce textos pero también del que produce una vida, la persona que tiene empleos, que tiene que llegar a un trabajo, que tiene que mantener una familia, que tiene que aceptar tratos distintos para poder tener una existencia funcional, agradable y feliz, o no.

Pero ese ámbito, esa relación surgió de una provocación de (Ricardo) Piglia cuando decía que la verdadera historia de la literatura se encontraba en los reportes de trabajo de los escritores; hay mucho de Rulfo sobre cada uno de sus párrafos y oraciones, hay mucho sobre su vida privada, cronologías que nos dicen qué hizo y qué no hizo a tal hora con minutos contados y de todo eso claro que me he servido. Pero mi encuentro, por ejemplo con los reportes de trabajo que están en el Archivo Histórico del Agua o las fotos que yo estaba acostumbrada a ver en alguna secretaría o Comisión son interrogantes que el libro aporta.

En el texto, comentas que a Rulfo la urbe le regalaba textos...

Sí, se habla mucho de Rulfo, se relaciona su obra con la Revolución, con la guerra Cristera, con Jalisco, con el campo, su visión sobre el México indígena, etcétera, pero hay en sus cartas también un gozo del inmigrante que llega a la ciudad, de la persona que está padeciendo la ciudad y disfrutándola, del consumista que está atento a qué se está publicando, a qué discos hay, a qué revista suscribirse.

Por supuesto que escribimos con todo lo que somos, con nuestro tiempo y nuestro pasado, pero en el tiempo presente Rulfo escribió desde esta gran urbe en que la Ciudad de México estaba en proceso de convertirse. Escribió desde la ciudad y me parece que los efectos son urbanos, si nos ponemos más estrictos, son migrantes.

Rulfo viajó mucho, caminó mucho en México, fuera de la Ciudad de México, viajó con todos estos empleos que tuvo. No creo que haya en nuestro cerebro un lugar para hacerse preguntas sobre la vida y otro lugar para hacerse preguntas estéticas; hay vasos comunicantes entre ambos.

Eres escritora migrante también...

Claro, queriéndolo o no, me interesa mucho caminar y ponerme en situación de escritura, desde un cuerpo que está moviéndose físicamente y en términos de fronteras geopolíticas. Muchos de esos intereses, netamente contemporáneos, de inicios del siglo XXI, son cosas que Rulfo estaba haciendo y estaba haciendo muy bien.

Esto va ligado con el recorrido de vida que realizaste para seguir la huella de Rulfo

Se cree equivocadamente muchas veces que la escritura se hace sentado y dentro de nuestra cabeza. Uno de los retos de este libro es que la escritura se hace en movimiento, de pie, en lugares incómodos, fuera de casa, y se puede estar tan cerca de la experiencia del otro para sentir su dolor y su alegría. Hay formas radicales de la empatía que la escritura nos permite, pero uno tiene que tomar el riesgo; a mí me interesó seguir a Rulfo de Jalisco y descentrarlo de Jalisco a Oaxaca. Irse de lugares cómodos pero llegar a sitios fantásticos tiene sus ventajas.

El texto tiene recursos innovadores, utilizas arrobas cuando hablas de Miguel Páramo.

Es un texto que fui escribiendo especialmente para Twitter. La obra de Rulfo se presta muy bien para este tipo de mutaciones, de hecho me parece que las predice de alguna manera.

¿Qué quieres decir a los lectores con este viaje por la vida de Rulfo?

Uno tiene ciertas ideas al entrar al libro y luego el libro hace lo que quiere, pero uno de los aspectos que me interesaba mucho es el gesto del final. Estos recorridos siempre nos ponen en contacto con los muchos Méxicos que perviven y que hacen que México sobreviva como país. Rulfo escribió bastante sobre su experiencia en la sierra Mixe. Mi relación con Oaxaca se ha ido acrecentando, más con esta zona y con esta comunidad. Hice el ascenso al Zempoatepetl con familia, con amigos, con una comunidad de Tlahuitoltepec y había ahí un par de niños, una niña que le interesó mucho la cámara y se puso a tomar fotos.

Yo quería que ella, Carmen, pudiera leer este texto en el futuro no sólo en español sino en lenguas que se practican, que están vivas y que fueron parte de la riqueza de este país, de la resistencia de este país, de la resistencia en contra de estas políticas neoliberales llamadas modernizadoras de inicios del siglo XX, que son las que señalo también como parte del libro y también como parte del contexto y la experiencia de Rulfo.

Encargamos a Luis Balbuena la traducción de la última crónica, ojalá que Carmen, cuando crezca, la pueda leer en español y mixe. Ella y otros.

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