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ana.pinon@eluniversal.com.mx
Conrado Pop es un cantante popular que ameniza fiestas de narcos, se pasea por los jardines de la casa residencial del presidente de la República y tiene contactos con políticos y empresarios de alto nivel. Es un personaje del México contemporáneo, ideado por el escritor Juan Carlos Melgar (Ciudad de México 1975), protagonista de fiestas con gobernadores, periodistas, artistas, militares y criminales.
Y es el eje central de La triste canción de un país. Una novela sobre políticos y narcos a ritmo de pum, donde habita un presidente obsesionado con el juego virtual de Candy Crush, un rico empresario con deseo de entrar a la política y un narco que busca dar un golpe de Estado.
Esta historia, dice Melgar —coautor, junto con Carolina Reymúdez de Ojos de obsidiana—, tan bizarra y surreal, es posible en un país tan convulso como México.
¿Cómo surge Conrado Pop?
Un día en la mañana mientras veía un programa de televisión. El atractivo principal de ese día fue la presencia de Paulina Rubio. La emisión me pareció de lo más bizarra, todas las cosas que hacían y decían en esa emisión eran muy locas, gritaban, cantaban. Hacía mucho tiempo que no veía televisión abierta y pensé que era una basura. Así que me puse a pensar en un personaje que fuera una mezcla entre Paulina Rubio, Pablito Ruiz y Cristian Castro con la fama de Luis Miguel o de Alejandro Fernández, un personaje que pudiera ligarse con esferas de poder político y económico. Lo que hemos visto en los últimos años es un acercamiento entre el poder y el espectáculo, y es una desgracia porque las decisiones fundamentales para un país se tomen como si fuera un programa de televisión con base en el rating. En esta mezcla están también figuras como la Gaviota y Anahi, ejemplos de cómo el espectáculo se ha infiltrado en la política. La combinación perfecta ha sido el político con una farandulera. Conrado Pop es todo eso que encontramos en estas dos esferas.
¿Por qué crees que se ha dado esa mezcla?
Antes, las cosas eran escondidas, la careta se la quitaron cuando los medios se volvieron más poderosos. Si ya tienes el poder político y el económico, entonces sólo te falta el que te pueden dar los medios de comunicación para tener el combo completo para gobernar y para ser todavía más poderoso e influyente. Tener una pareja que te abre espacios de televisión o que tiene seguidores es la apuesta de los que ya tienen poder.
Conrado Pop se vuelve un influencer, marca agenda, modas. ¿Estos personajes surgen por la falta de líderes morales?
Si observas a los políticos mexicanos, todos se parecen. En México la gran figura de los políticos es el presidente o los gobernadores, así que cuando miras la estructura hacia abajo te das cuenta de que todos aspiran a ser como ellos. Es el presidente un influencer y todos quieren ser como él. Lo mismo pasa en otras partes, si el empresario más rico se quiere hacer el humilde y viajar en vuelos comerciales, todos empiezan a hacer lo mismo. Todos ellos son como las figuras mediáticas. El problema es que cuando esos líderes no son los ideales para dirigir un país o tomar grandes decisiones, los demás siguen pretendiendo imitarlos y lo único que tenemos como resultado es la creación de una triste canción de un país. A nadie le interesa lo que hace, sino la percepción que tiene el mundo de lo que hace.
En tu novela haces un retrato del hartazgo social que propicia estos fenómenos.
Ese hartazgo no es exclusivo de México, lo acabamos de ver con la reciente elección de Trump, quien representa un candidato antisistémico y su triunfo es reflejo del hartazgo de los latinoamericanos. Trump es un personaje que viene del mundo del espectáculo, de tener un programa de televisión, de subirse al ring con luchadores y acabó siendo el presidente del país más poderoso del planeta. No sabemos si vamos a acabar peor con él, estos tiempos son difíciles para ser optimistas.
¿Cuáles fueron los retos de esta novela?
Se construyó muy fácil, de forma muy amena y muy divertida. El narrador lo que pretende es ser cómplice de los personajes, no estorbarles. No fue complicado hacerla ni darle vida a cada uno de los personajes. Mi novela anterior sí fue más compleja porque la escribí en conjunto con otra persona.
¿Por qué involucrar al protagonista en tantas esferas?
Para hacer un retrato más completo del momento en el que vivimos como país. Todas en realidad están ligadas, ya conviven en un mismo universo los políticos con la farándula, con los empresarios, con la sociedad. Todo está en la misma cancha. Quizá hubiera sido necesario meter actores como la Iglesia o con actores sociales, pero no me brincaron en su momento. Si bien el título de la novela tiene la palabra triste, lo que busqué es ofrecer un relato ameno, es una especia de sátira.
El sentido del humor es justo lo que se ha destacado de la novela.
Sí, creo que sí. Es una historia que busca ser un reflejo pero no triste, por el contrario, un reflejo con humor, con inteligencia. Los lectores de hoy no quieren algo para entristecerse. Todo lo que vemos en nuestra cotidianidad son problemas, lo que vemos en las noticias son más problemas. Cada vez más sentimos que estamos en medio de algo muy violento y drástico. Así que cada día que logras llegar a tu casa no buscas leer un libro que te deprima. Lo que yo ofrezco es una novela amena que no está peleada con la reflexión, es más, que puede ofrecer a los lectores preguntas sobre lo que pasa en nuestro país.
¿Complaciente?
No. Lo que quise es encontrar un equilibrio entre lo denso y lo light. Presenté la novela en la UNAM y recibí comentarios de algunos lectores, varios de ellos muy jóvenes.