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Querétaro.— Una cámara Kodak Fiesta que recibió justo un 29 de febrero (de los pocos cumpleaños que ha vivido) cuando llegó a ocho años, llevó a Daniel Mordzinski a la fotografía. Años después llegaría a la literatura y con ella a la vocación de retratar escritores. El primero que pasó por su lente fue Jorge Luis Borges, en Argentina, en 1977; un año después fue el turno de Julio Cortázar, en París.

Hoy, Mordzinski ha retratado a decenas de escritores y ha fincado una leyenda construída de imágenes. Lo llaman el “fotógrafo de los escritores”, un artista que ha ido confeccionando un mapa humano de seres cuyo destino ha sido la literatura. Él no se enreda en estas etiquetas, dice que adora la literatura y que ama la imagen.

“No puedo decir que ser un gran lector me ha convertido en un mejor fotógrafo, quizás, si acaso la literatura me ha ayudado a ser un mejor ser humano”, afirmó ayer ante un nutrido grupo de estudiantes de la Universidad Anáhuac, durante el primer evento del Hay Festival Querétaro.

Más que por la juventud que lo escuchaba, Mordzinski abrió el alma porque estaba en Querétaro y era la ciudad que iba a descubrir, con la guía de Ignacio Padilla, el escritor recién fallecido, al que dedicó su charla “ In memorian”. “Quedamos con Nacho en caminar su ciudad, pero no cumplió, se nos adelantó”.

Daniel Mordzinski se abrió ante los estudiantes, delineó su trabajo en la fotografía y reveló su vida. Habló de aquel cumpleaños, cuando deseó una cámara que un payaso regalaba en un circo. No tuvo suerte, pero al día siguiente sus padres le entregaron la Kodak Fiesta.

Esa cámara con la que hizo sus primeras fotos la recuperó hace un año cuando visitó Buenos Aires y volvió al departamento en el que vivió hasta 1978, echado por la dictadura.

“Me lleve la cámara y fui a visitar a mi papá al asilo, hace años que él no me reconoce. Me acerqué despacito, le puse en las manos esa cámara, le hice una foto, entonces ocurrió que mi papá me mira y dice: ‘hola Daniel’. No sé si es casualidad, si esa vieja historia del payaso y la cámara también la recordaba, pero después de años mi papá se acordó de mí”, relató.

El artista salpicó su charla con anécdotas que ejemplifican esa metodología que dice no tener al hacer retratos de escritores. Pero que sin duda tiene. Los anima, los hace cómplices, los desarma. Pero a cambio dice que nunca los deja elegir nada, ni el sitio ni los elementos. “Soy un pequeño dictador. No eligen nada”.

Su método es la espera, el tiempo pausado para cada imagen, la obsesión por los colores, los elementos, los espacios y hasta las temperaturas.

En 1978, en los peores años de la dictadura, Mordzinsk se fue a París, a los pocos meses le ofrecieron montar una exposición. “Yo hacía una fotografía muy inocente, muy directa, de contrastes fáciles; muy inspirada en la buena fotografía mexicana, pero yo lo hacía fatal”, relató el artista que para esa inauguración tuvo la osadía de invitar a Julio Cortázar. Y es que cuando Mordzinski recuperó su cámara, también encontró su Rayuela. Al revisarla, estaba escrita una frase: “Ir a París a buscar a La Maga”.

Daniel, el fotógrafo que ha retratado a Gabriel García Márquez, a Mario Vargas Llosa y a muchos escritores más jóvenes, recuerda el mensaje telefónico que le dejo a Cortázar. “Cierro los ojos, respiro profundo y le digo: ‘Hola Julio, me llamo Daniel, no soy nadie, nunca hice nada, pero mañana inauguro la primera exposición de mi vida y sería el pibe más feliz del mundo si pudieras acompañarme. Te dejo la dirección’ Y Julio vino. El de la izquierda soy yo…”, señala entonces la foto de entonces, un joven desgarbado al lado del “gran cronopio”.

Esas anécdotas abundan en el historial de Mordzinski. Las suelta pronto para ejemplificar con ellas su proceso de acercamiento a los escritores y cómo es qué ha llegado a revelar sus almas. Recordó, por ejemplo, cómo llegó una vez ante Paul Auster, le habían dado ocho minutos para hacer fotos, y en vez de eso se puso a platicar con el autor estadounidense. Luego de tres años se volvió a cruzar con Auster. Él “se había olvidado de todos los fotógrafos, pero se acordó de mí. Gracias a eso, esa segunda vez hice fotos divinas; tuve un cómplice”.

Toda esa pequeña historia para decir que todo depende de cada escritor. “Yo no acepto hacer fotos durante la entrevista, las hago antes o después, creo que perjudica el intercambio y no me gustan esas fotos moviendo los brazos. A mí me gusta que me dediquen la mirada, darles yo mi propia mirada, de ese intercambio pueden surgir muchos más cosas. Pero esa es mi propia posición”.

Mordzinski trae un sobre con fotos para cada escritor que ha retratado y que reencontrará en Querétaro, donde ayer inició el Hay Festival.

Solo se dieron cita funcionarios y organizadores para posar ante las cámaras, porque en realidad el acto inaugural del encuentro fue con la conversación entre Elena Poniatowska y Xavier Ayén.

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