¿Alguna vez has pensado cómo se verían tus obras literarias favoritas si sólo pudieras apreciar los signos de puntuación? Pues el matemático Adam J. Calhoun tuvo esa cuestión y decidió llevarla a la práctica.
Inspirado por una serie de carteles, se preguntó qué pinta tendrían sus libros preferidos si no tuviesen palabras. Tomó su libro favorito (¡Absalom, Absalom!, de Willaim Faulkner) y comparó sus prosas, los ritmos y obtuvo notables diferencias, publicó El País en su espacio Verne.
El matemático tomó entonces más libros y empezó a comparar los niveles de puntuación, para obtener resultados cargados de significado. Algo que puedes ver y apreciar qué tipo de libro tienes enfrente.
Meridiano de sangre consta de oraciones cortas. Se pueden encontrar una pregunta o dos, pero luego hay más oraciones. ¡Absalom, Absalom! es anárquico. Incluso se podría decir que son oraciones dentro de oraciones dentro de oraciones. Todo esto derivado de los signos de puntuación.
La puntuación no se limita a hacerles hueco a las palabras: las separa. Se nota que algunos autores son más aficionados que otros a las oraciones largas y dispersas.
La diferencia entre una novela de Hemingway y una de McCarthy es la distribución de las comillas, que en inglés se utilizan para marcar los diálogos. Sin las comillas, el lector tiene una sensación de que hay más espacio.
La estética de la literatura recae sobre las palabras que el autor decida utilizar, pero las formas en que decida puntuar también hacen una gran diferencia.
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