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abida.ventura@eluniversal.com.mx
El caricaturista y cartonista de EL UNIVERSAL Ángel Boligán (San Antonio de los Baños, Cuba, 1965) asegura estar viviendo un momento de plenitud en su carrera como artista gráfico. Hace unos días participó en una conferencia sobre la promoción y la protección de los derechos de las minorías mediante el arte visual en la sede de la ONU, en Ginebra, evento en el que exhibió cuatro obras. Mañana en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara recibirá el premio La Catrina, que reconoce a destacados caricaturistas desde 2002, como parte del Encuentro Internacional de Caricatura e Historieta, que al mediodía rendirá un homenaje póstumo a Rogelio Naranjo.
También se presenta la exposición Metáforas de un Trazo, en el Ex Convento del Carmen de Guadalajara, que se inaugura hoy a las 20:30 horas. Sobre el reconocimiento, el artista dice que lo recibirá con todo orgullo, pero a la vez con un nudo en la garganta porque tenía la esperanza de recibirlo de las manos de Rogelio Naranjo, su “padre artístico”, fallecido el 11 de noviembre. “Llegaba de Ginebra y me topé con la sorpresa de que están aquí estas cajas. Él vivía aquí cerquita, éramos como familia. Siempre fuimos muy amigos, pero nunca pensé que me dejaría esto. Dice la esposa que él dejó dicho en el testamento que algunos dibujos y las cosas para trabajar me las dejara”, dice en entrevista, en su estudio en la Ciudad de México, donde reside desde hace 26 años.
La Catrina es un premio que han recibido varios colegas tuyos, incluido Naranjo. ¿Qué significa para ti recibir este premio?
Es un honor inesperado. Lo han recibido personajes con una trayectoria increíble, desde Sergio Aragonés, Quino, Fontanarrosa, Rius y Naranjo. Lo agradezco, lo recibiré con todo orgullo y con toda tristeza también porque supe de la viva voz de Naranjo que él me lo entregará. Nos vimos antes de su fallecimiento, me dijo: “te voy a entregar La Catrina, me hablaron para que te lo entregará”. Se le escapó decirlo, se supone que era secreto.
¿Cómo defines este momento de tu carrera?
Me siento a plenitud, me siento lleno. Los artistas somos inquietos, no podemos acomodarnos o dormirnos en nuestros laureles, aunque no tengamos un medio de publicación. Pienso que si no tuviese un espacio como EL UNIVERSAL, seguiría dibujando porque es una necesidad que tengo. Tengo la necesidad de expresarme. Creo que la constancia y la seriedad en mi trabajo han dado pie a que sucedan todas estas cosas. Siempre estoy activo en las redes, en concursos, exposiciones y salen estas cosas, que te invitan a la ONU, el premio en Guadalajara, es satisfactorio, es un reconocimiento a lo que estás haciendo, no a lo que hiciste. El trabajo de un artista nunca tiene fin; y como pasó con Rogelio Naranjo, deberíamos morir con la pluma en la mano, hay que morir en la raya y así espero que suceda.
¿Qué es más determinante, el humor, el mensaje o el estilo?
Soy un artista plástico en función del periodismo. Un buen dibujo para mí es el que tiene el equilibrio perfecto entre el contenido y la forma. Si tienes una gran idea, pero no un buen dibujo, se queda coja y viceversa. Soy un gran observador, me considero un cronista gráfico de la época en donde vivimos. Siento que, de alguna manera, estoy dando un punto de vista neutro de la sociedad en la que estamos viviendo, a través de esa arma poderosa que es la gráfica. Durante mucho tiempo hice caricaturas refiriéndome a los presidentes o a los políticos, pero llegó un momento en que parecía que era una recurrencia absurda, que no pasaba nada, se me hizo más interesante dibujarnos a nosotros mismos. En el espacio que tengo en EL UNIVERSAL, “Espejo de Tinta”, mi idea es que nos veamos reflejados en la caricatura, los dibujos son de lo que veo, lo que vivo.
En esta época, ¿cuáles son los temas que te preocupan?
Los temas sociales, pero hay temas tan fuertes, como el consumismo o las nuevas tecnologías Los celulares, las aplicaciones, el Internet nos ha facilitado la comunicación, pero a la vez nos ha ido envolviendo en un círculo individualista; nos comunica, pero nos incomunica de la familia y amigos. En las elecciones en EU, la gente no fue abiertamente honestas y mentía en las encuestas, y en lo oscurito, votaron por Trump. Creo que somos cada vez más individualistas, egoístas. Me pregunto si esto tendrá que ver con el mundo electrónico donde nos inmiscuimos.
En la ONU decías que Trump despertó los demonios internos del pueblo americano, ¿fue ese individualismo que salió a relucir?
Sí, porque si te pones a mirar lo que pasó, te preguntas cómo una persona que es racista, xenófoba, que está en contra de sus amigos cercanos, de sus vecino, como México, Cuba, que no tiene nada de diplomacia, llegó ahí; lo único que ha hecho es despertar esos sentimientos que son políticamente incorrectos, que sólo un loco como él es capaz de expresarlos, pero votaron por él. Gran parte de la sociedad siente así, lo veo como algo individualista, es como pensar mal de otra persona, pero no lo digo públicamente, engaño en las encuestas, pero en mi yo interno, a la hora de votar, no me importa que deporten al mexicano, que es mi vecino, que le quiten el trabajo, o que al cubano lo tiren por allá.
Tras la muerte de Fidel Castro, ¿Crees que habrá cambios?
El cartón que publiqué el domingo pasado lo titulé “La Nueva Era”, eso fue exagerando un poquito, es una nueva era en el sentido de que ya no está físicamente Fidel, esa gran personalidad del siglo XX, el gran líder que no fue igualado ni por Chávez ni por ningún otro líder, carismático, querido y odiado; es un ser que movió pasiones de amor y odio. Sé que, así como se ve en mi cartón, es un gran peso que tiene el pueblo cubano, un peso que ahora pasa a estar en un pedestal y la historia sabrá si la absuelve o no. Espero que sí, porque las intenciones, al menos en la teoría, mucho tiempo me parecieron justas y luché por ellas. Ahora hay saber escuchar la otra parte que no lo quiere porque hay argumentos de gente que fue dañadas. Creo que es un líder que logró mover a todo un pueblo, levantar sentimientos. Unos lo querrán en la basura, otros en un pedestal; el tiempo lo dirá.