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Rogelio Naranjo trazó durante 50 años al México que lo asombró por su historia y tradiciones, pero también retrató todo aquello que le causó indignación, como la enraizada desigualdad económica y la corrupción de sus gobernantes. El primer suceso político social que lo estremeció fue el Movimiento estudiantil de 1968, desde entonces se comprometió con el oficio, con las luchas sociales, con los desamparados y se rebeló en contra de la injusticia.
El caricaturista nacido en Michoacán el 3 de diciembre 1937, radicó en la ciudad de México desde que tenía 25 años de edad. Publicó sus cartones en diversas revistas y periódicos, entre ellos EL UNIVERSAL en donde colaboró por casi cuatro décadas. En medio siglo produjo más de 12 mil caricaturas que donó a la UNAM en 2011.
Los abusos de los líderes sindicales, las políticas económicas que han generado más pobreza en México, el enriquecimiento de políticos y empresarios, el priísimo y sus formas de entender y hacer política, la libertad de prensa, la clase trabajadora, el clero y su indiferencia ante los más necesitados, los presidentes de la república, los derechos humanos, los procesos electorales, son sólo algunos de los temas que abordó el cartonista.
Fue creativo, ingenioso, mordaz, artístico. Era preciso en su trazo con todo y que “la temblorina” en los últimos años desafiaba su mayor don.
Con formación académica en la Escuela Popular de Bellas Artes, de San Nicolás de Hidalgo, Cambió la pintura por la caricatura, los dones de quien hace una composición en un cuadro, los trasladó a sus dibujos que llegaron a multitudes gracias a los periódicos y revistas, y a la decena de libros que comenzó a publicar desde inicios de los años 70. Rápidamente comenzó a hacer caricaturas en “El Día” y en “Siempre!”.
"Probé en varios lugares y en donde tuve suerte fue en El Día, ahí se empezaron a publicar mis trabajos de manera profesional y a nivel nacional aunque no era muy conocido. Ahí estuve un año y empecé a conocer a otros caricaturistas como Rius, quien era el más importante. El que más me ayudó fue Leonardo Badillo, por él entré al suplemento cultural de El Día. Después me ofrecieron irme como maestro a la Universidad Veracruzana, a la Escuela de Artes Plásticas y todo era miel sobre hojuelas, pero hubo un problema estudiantil y me hice de enemigos porque no querían que un chilango ocupara los espacios que eran para los veracruzanos. Me cansé de eso y me regresé a la ciudad de México para continuar con la caricatura en publicaciones políticas y otras no tanto. No ganaba gran cosa, pero estaba contento con lo que hacía y con los empleos que tenía", recordó el caricaturista en una entrevista con EL UNIVERSAL en 2014.
En esa misma charla, el caricaturista recordó así su llegada a esta casa editorial: "En 1968 estaba el ambiente muy tenso en la ciudad de México y yo tomé de inmediato partido, me uní a los estudiantes de la Universidad y del Politécnico porque estaban exigiendo al gobierno la libertad y muchas cosas así. Y dije, si es lo que yo sé hacer, vamos a dibujar sobre todo eso. Empecé a hacer muchos dibujos y se los ofrecía gratis a la Universidad, me los aceptaron, pero no tenían dinero, no me importaba. Incluso las impresiones se les regalé a los estudiantes. A mí me daba mucha satisfacción y mucho orgullo poder participar de esa manera en un movimiento popular que aplaudían todos los universitarios. Al poco tiempo de eso llegué al periódico EL UNIVERSAL donde sigo trabajando desde hace cerca de 50 años. Así ha sido mi vida, la semblanza de un proyecto de caricaturista que resultó con un final feliz porque no todos los caricaturistas tienen suerte".
Sin formación periodística pero con la disciplina de quien cada mañana leía los periódicos y oía la radio, Naranjo fue trazando dibujos que “le dictaban” las noticias, procesos y sucesos. Se convirtió en un observador de la realidad; crítico y fulminante no dejó de narrar con sus líneas esa avidez de unos cuantos que producía el abandono de las mayorías.
Su autorretrato, uno de los más de 100 que recogió en el libro “La insurrección de las semejanzas” era limpio: el cabello y el bigote un poco largos, unos lentes grandes cuadrados y muy de los setenta; su cuerpo pequeño, más corto que la pluma que está en su mano derecha mientras que la izquierda se apoya en un frasco de tinta. Todo sucede sobre una hoja en blanco, como si fuera un viaje que está por iniciarse.
Decía Carlos Monsiváis –amigo, prologuista de varios de sus libros, compañero de redacción en las páginas de “La cultura en México”, suplemento de la revista “Siempre!” y coleccionista de algunos de sus dibujos- que con enorme trabajo Naranjo ejercía tres funciones básicas: caricaturista, dibujante fantástico y retratista caricatural.
Al publicar en 2006 con Juan Villoro su libro “Me van a extrañar” con 360 cartones sobre los “seis años del desastre” que fue la presidencia de Vicente Fox, el escritor dijo acerca de Naranjo en el prólogo “De la dictadura perfecta a la caricatura perfecta”: “Nadie ha captado a los inquilinos de la Presidencia con la indeleble pericia de Rogelio Naranjo, pues sus dibujos dan cuenta de los rostros con lealtad artística, los cuales no se convierten en caricatura por sus gestos, sino por las circunstancias que actúan. Él, a diferencia de la mayoría de los dibujantes satíricos, no distorsiona los rasgos físicos en función del humor: los hombres públicos comparecen en sus cartones con insólito realismo".
Conciencia crítica del país, Naranjo participó activamente en el Movimiento Estudiantil de 1968, para el cual creó sus pancartas. Con Eduardo del Río Rius, Helioflores y Emilio Abdala dieron vida a la revista de crítica política llamada La Garrapata. A lo largo de los años setenta trabajó en las redacciones de suplementos culturales, periódicos y revistas. En 1976 inició sus colaboraciones, que mantuvo hasta hoy en EL UNIVERSAL y la revista “Proceso”.
Su trabajo fue reconocido con premios como el Nacional de Periodismo, y primeros lugares bienales de Cuba y Nicaragua, así como en el certamen del World Press Cartoon.
A cada uno de los espacios donde trabajó llevó aquella premisa que dio vida a la revista “La Garrapata”, en 1968: entender “la tarea de la caricatura como algo político”.
En 2014, Naranjo advirtió: "Estoy muy cerca de los 80 años, no me había puesto una fecha para vivir pero creo que 80 son muy buenos para la vida de una personas, pero si me toca tener que rascar un año más, pues bueno…
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