Vicente Rojo no recuerda cuándo empezó a escribir, pero a sus 83 años sí conserva la imagen de, cuando siendo muy niño, trataba de dibujar; se ve siempre con lápices de colores y papeles en las manos.
“Ha sido una vocación que comenzó a los cuatro años, que dura hasta la fecha, que no me explico de dónde viene ni porqué, pero que ha estado presente y que en ningún momento me he apartado de ella”, dice en entrevista en su estudio en Coyoacán.
Esa vocación es la de pintar. No dice “vocación de pintor”, Rojo prefiere no definirse como tal ni como escultor ni, mucho menos, artista. Considera que la historia del arte tiene grandes artistas y que, a su lado, él es pequeño, está al margen: “Los grandes artistas comienzan por las Cuevas de Altamira, pasando por Rembrandt, Velázquez, Goya o Paul Klee. Me siento pequeño ante ese poder que tienen lo mismo la pirámide de Teotihuacan, que un pequeño cuadro de Morandi. Junto a eso, hago mi trabajo porque es lo que he querido hacer siempre, lo único que sé hacer, pero me parece muy lejano de lo que ha sido la historia del arte”.
Son más de 60 años de hacer arte. Un arte que del dibujo infantil saltó a la escultura que estudió en España (nació en Barcelona, en 1932) y que luego, al llegar a México en 1949, se concentró en la pintura.
La pintura, la escultura y el diseño, que son sus lenguajes, se han hermanado con la escritura. Series de obras, portadas, revistas, libros de edición limitada creados con escritores, exhibidores para libros, alfabetos que inventa, alfabetos que transforma, constituyen ese universo plástico en el que hay “una tensión creativa modernista”, de acuerdo con el proyecto curatorial de la exposición Escrito / Pintado que el 23 de mayo a las 12 del día inaugurará en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo de la UNAM.
Es una exposición con curaduría de Cuauhtémoc Medina y Amanda de la Garza, en colaboración con Marina Garone; es coproducida por el MUAC y El Colegio Nacional.
Escrito / Pintado es para Rojo revisar la que representa, de alguna manera, una autobiografía visual.
Está dividida en dos grandes partes; la primera es retrospectiva en cuanto a las obras que Rojo ha hecho de diseño, libros de artista, ediciones, revistas, mobiliario. La segunda parte se llama Casa de Letras y es un conjunto de 56 nuevas obras, no vistas aún por el público, realizadas en los últimos cuatro años, y donde de otras maneras salen alfabetos y escritura. Son 36 pinturas que miden unas un metro por un metro y, otras, 2.7 metros por 2.7. Las 20 esculturas en bronce miden unas 1.2 y otras llegan a los 4.2 metros.
Pintor, escultor, diseñador, Rojo es también inventor de alfabetos. Juega con las posibilidades de significación -como es el caso de los nudos del libro Tifón de Joseph Conrad- o sencillamente sustrae todo su significado en una elección que es estética.
“Yo lo interpreto a mi manera. Extraigo de ahí lo que me interesa a mí, no a partir de lo que se sabe que es, es lo que yo intuyo que puede ser. Me parece que están dentro del terreno de lo que considero que es la pintura, como la entiendo y trato de hacerla, una pintura que tiene que ver con el misterio y con lo secreto. De manera, digamos, un poco divertida, me hago la ilusión de que dentro de 200 años alguien pueda descubrir estas letras y entender lo que dicen; ahorita no es posible”.
_¿Desde cuando la escritura se convirtió en objeto y tema de su creación artística?
Hice hace ya seis o siete años una exposición, Escrituras, pero hace poco encontré un pequeño dibujo mío que decía “Proyecto para Alfabetos”, del 91, o sea que es algo que ha estado dentro de mi interés. He desarrollado lo que se está convirtiendo en una especie de alfabeto, obviamente falso, que si no tiene una lectura real sí tiene una lectura visual.
_Los escritores han estado muy presentes en su vida y obra ¿cómo han sido esas relaciones?
Creo que va más allá de una relación de amistad, que la ha habido, y muy rica. Tiene que ver con la lectura y con la creación de un libro. Cada vez que me he acercado a un libro para leerlo, diseñarlo o editarlo, lo he hecho con un enorme respeto. Un libro, por pequeño o poco importante que sea, para mí no deja de ser un monumento al que tengo que ponerle toda la atención y mi capacidad expresiva para que cumpla esa función de ayuda a mi trabajo como diseño y edición. Nunca me ha interesado hacer una portada para que digan: ‘Ah, qué bonito está’. Lo he hecho con la ilusión de que se pueda leer”.
Escrito / Pintado incluirá en la parte de diseño y edición decenas de libros resultado de su trabajo con Ediciones Era, Joaquín Mortiz y Fondo de Cultura Económica, entre otras editoriales; así como su trabajo en las revistas Artes de México (hacia 1953); Revista de la Universidad de México, Artes Visuales, México en el Arte, Diálogos. Luego estarán más de 30 libros de artista, que Rojo llama de edición limitada. No los llama de artista: “La palabra artista me produce una cierta inquietud”.
Entre esos libros hay proyectos realizados con poetas y narradores mexicanos y españoles. Esa serie comenzó con un libro para el cual le pidió colaboración Octavio Paz, en 1967, cuando era Embajador en la India, se trata de Discos visuales.
_¿Cómo eran esas colaboraciones? ¿cómo intervenía cada quién?
Era un diálogo a partir de un tema que a veces estaba escogido por el escritor, a veces estaba escogido por mí. Mi sistema de trabajo ha sido siempre conversar con esos textos; nunca he ilustrado ni los textos han hablado de mi trabajo. Es un trabajo paralelo.
_ ¿Por qué siente inquietud ante la palabra artista?
Es difícil de explicar. Quise siempre ser pintor... No: Siempre quise pintar. Ser pintor o artista tiene para mí una connotación que no va con mi trabajo. Hago un trabajo muy concreto; si tiene que ver con el arte para mí es una cosa maravillosa, pero no aspiro a eso.
Del Muca al MUAC. La nueva exposición tiene un antecedente, la muestra que presentó en el Muca en 1973, El cuaderno escolar de Vicente Rojo, en la cual por vez primera se juntaron diseño, edición y pintura.
Las nuevas pinturas están en grupos: Primera Letra, Letra oscura, Construcción de una letra, La letra mayor, Alfabeto lineal y Alfabeto vertical. Las esculturas grandes se llaman Alfabeto urbano y las otras, Alfabeto primitivo. Incluye entre lo nuevo un grabado de seis metros de largo, por 40 centímetros de alto: Alfabeto Conrad, creado con base en el libro Tifón.
“Algo que me interesa mucho de la literatura es enriquecer la visión oral con mi visión de imagen”, dice Rojo.
_ ¿Qué tanto mantiene un diálogo con el arte mexicano?
Para mí llegar a México significó descubrir el arte; la enorme riqueza que vi entonces, que veo ahora, la tengo presente, totalmente en mi trabajo. Eso creó en mí una especie de base muy profunda. Lo que conocí de México siempre me ha servido para contrastar, relacionar, ver cómo el arte se enriquece por un camino y por otro.
“Mi acercamiento al mundo prehispánico es a través de lo estético, siempre me ha parecido un mundo misteriosísimo al que me es difícil llegar en cuanto a los mitos y la filosofía, es un campo que me gusta tenerlo como una parte misteriosa. No quiero tener claro eso. Quiero saber que siempre está vivo, activo, que se mueve y que crea elementos nuevos, cada vez”.
_ Es como saber que no se puede saber todo...
Por supuesto. Si tuviera que definirme diría que sé algo de muy pocas cosas, sé muy poco de casi nada. En eso me he movido. Siempre he trabajado al máximo de mis capacidades, nunca he dejado nada a medias.
_ ¿Atesora libros y obras?
No. De lo que estoy muy satisfecho es de la cantidad de cosas que he hecho. Nunca hablo de la calidad. He guardado algunos cuadros, otros se me han quedado, tengo muchos dibujos y grabado, no organizado. Tengo de artistas amigos, intercambios o alguna compra. No tengo en las paredes de mi casa ninguna obra mía. No me gusta, cuando invito a mis amigos, que me tengan presente como “artista” entre comillas. No me gusta importunarlos con mi obra. Tengo cosas muy hermosas que me acompañan: de Gironella, Fernando González Gortázar, Soriano, de mi hija, de mi hijo, de Toledo, de Cuevas, tres españoles: Tàpies, Saura y Chillida, y una escultura muy hermosa en mi pequeño jardincito, de Sebastian.