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La maqueta del Sol Rojo, de Alexander Calder, es una de las más de 100 obras de la exposición Calder: Derechos de la danza que se puede ver en el Museo Jumex. Mientras tanto, la escultura original, a pesar de su grandeza y belleza, se encuentra en un entorno sucio y abandonado que la hace casi invisible.
Hace 47 años se levantó a unos pasos del Estadio Azteca, como una de las piezas de la Ruta de la Amistad. Hoy luce afectada en medio del tráfico de Tlalpan, entre las ventas de ambulantes, los puestos de comida y la basura que queda tras los partidos de fútbol con la consecuente inundación de la explanada en temporada de lluvias.
Invisible también por los abusos de parte de vendedores que en épocas de la feria de calzado hacen orificios en el piso y amarran sus puestos a la escultura, o por la llegada de espectáculos como el del circo de Cepillín y de un festival de cerveza. El colmo es el uso como urinario que algunos dan a la que es la más alta obra del artista estadounidense, quien en el siglo XX transformó la historia de la escultura.
A pesar de la acción del Patronato Ruta de la Amistad y de su última restauración en 2009 —que la mantienen en buenas condiciones— el entorno complejo afecta negativamente la obra.
Estas situaciones hacen que entre las 19 esculturas de la Ruta de la Amistad —uno de los proyectos culturales más ambiciosos de los Juegos Olímpicos de 1968— el Sol Rojo sea la que tiene un medio más contaminado que impide que sea disfrutada por el público.
El problema de fondo, asegura Luis Javier de la Torre, quien fundó y preside el Patronato Ruta de la Amistad, es que aunque se han protegido las 19 esculturas en los últimos 21 años (tiempo de vida del patronato), todavía no se define la propiedad del suelo en que se hallan todas las obras.
El mantenimiento de Sol Rojo corre por cuenta del Patronato (igual que hace con las otras esculturas de la Ruta). Esa labor que lleva a cabo una de las tres personas del Patronato contratadas para jardinería, aseo y mantenimiento, abarca la limpieza del entorno inmediato de la obra: barrer, recoger la basura, lavar, retirar las cintas de seguridad que dejan después de cada partido. En la explanada a veces también barren los vendedores ambulantes porque termina sucia, llena de grasa y basura tras cada partido; así lo comentaron Paula y Faustino, quienes se dedican al comercio en este lugar.
Aunque el camión de la basura sí pasa, el lugar, durante buena parte del fin de semana, está lleno de bolsas y toda clase de desperdicios que deja la gente. De la Torre aclara que el Estadio Azteca, como empresa, les ayuda con el agua, pero que, en últimas, ese terreno está fuera del propio estadio y que no es su propiedad.
Un proyecto entre instituciones. Esta escultura de Calder es la más alta de cuantas hizo el escultor: mide 26 metros. De la Torre cuenta que iba a medir 16 metros, pero que el mismo Calder, al ver las dimensiones que tendría al lado del estadio, propuso que se aumentara su tamaño. El estadounidense fue la figura más importante en el grupo de escultores de 17 países que formaron parte del proyecto que propuso Mathias Goeritz a Pedro Ramírez Vázquez, presidente del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos de México 68.
Es una obra de arte abstracto, integrada por una estructura negra que en su centro tiene un círculo rojo, soldada, a diferencia de otras esculturas de Calder, selladas con tornillos.
La escultura tenía también, en el piso, un entorno psicodélico en azul y blanco que era el logotipo de México 68. Hasta el Mundial México 70 se mantuvo esa psicodelia original. Para el Mundial del 86, alrededor de la obra se dibujó un círculo naranja y entonces se construyó la reja inmediata al Estadio, que separa el estadio de la plaza donde está la escultura y de Tlalpan.
“De ahí en adelante empezó un declive porque el terreno en que está la escultura quedó sin dueño. El terreno es de la ciudad, pero lo detenta la delegación porque no hay un propietario jurídico de la pieza, que es el mismo caso que tienen todas las 19 esculturas de la Ruta de la Amistad. Cuando terminaron los juegos, las piezas quedaron sin protección, al garete, volando, no son de la ciudad de México, no son de la Federación”, comenta el titular del Patronato.
La escultura de Calder fue restaurada en 2009 gracias a las gestiones del patronato que consiguió el apoyo de American Express.
“La obra tiene seis años de haber sido restaurada y está bien; excepto la parte de abajo, donde se ha caído parte de la pintura porque lo usan de urinario”.
Hace cinco años aproximadamente se concibió un proyecto de recuperación del entorno y se demandó al delegado de Coyoacán, entonces Raúl Flores, retirar la feria del calzado, pero el funcionario nunca accedió.
Con apoyo de Ramírez Vázquez se trazó un proyecto para recuperar el diseño arquitectónico de la zona:
“El gobierno de la ciudad metió 13 mil 800 metros cuadrados de pavimento nuevo; habíamos conseguido fondos de Conaculta para poner la reja perimetral diseñada por Ramírez Vázquez, de tal manera que esto se convirtiera en un espacio público; conseguimos que una compañía de pintura nos diera la pintura para la psicodelia original, se movieron los ambulantes, se limpió la zona, logramos poner una reja perimetral temporal, empezamos a abrir a las seis de la mañana, cerrábamos a las seis de la tarde y la gente podía caminar sobre la plaza; la escultura volvió a tomar un lugar importantísimo. Eso duró como ocho meses”.
El proyecto no se concluyó: “El delegado mandó retirar la reja temporal, protegió la feria y ahí vino el declive: se empezaron a rayar los muros, se metieron los vendedores”, dice De la Torre.
Hoy se ve basura, grasa que acaba en las alcantarillas; hay grafitis en los muros que rodean la obra y bultos de tierra abandonados, así como banquetas rotas; la feria del calzado ha regresado a pesar de que por casi dos años se había sacado de la explanada. La visibilidad anhelada en la concepción de estas esculturas no es posible aquí.
Proteger la escultura, aclara De la Torre, no representa que el Patronato esté contra los seguidores del futbol o contra los vendedores. Admite que la delegación actual ha ayudado (retiró los vendedores en el trébol de Periférico e Insurgentes donde están otras de las esculturas y había suspendido la puesta de la feria en la explanada del Azteca), pero agrega luego: “Esto es un botín. Hoy por hoy no hay forma de hacer nada mientras no se recupere el espacio en bien de la escultura. Todas las esculturas tienen un contexto problemático porque sus espacios vitales no están protegidos. La más afectada sí es el Sol Rojo porque es la que está en la entrada del Estadio Azteca y porque tiene una cantidad de gente gigantesca; las demás están en Periférico”.
Otra obra de la Ruta de la Amistad que se encuentra en condiciones de gran afectación es la escultura de Marruecos, obra del artista Mohamed Melehi, que desde hace dos años se embaló para su traslado, pero que no se ha llevado a la zona de Viaducto Tlalpan; por ahora sigue en Muyuguarda.
En el proyecto de definir jurídicamente la situación de los espacios de las 19 esculturas, el Patronato participa con Seduvi y Patrimonio de Conaculta. En este momento trabajan en medir los espacios, definir todo lo que se tiene que hacer para hacer los traslados de propiedad de la ciudad a la Federación; la meta es que la Ruta se declare Patrimonio Artístico de la Nación y, posteriormente, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
“Estamos en las mediciones, las investigaciones de origen, ya está la certeza de que las esculturas son de la Federación porque los fondos de construcción fueron federales y eso fue un paso abismal; nadie puede meterle mano a las esculturas porque sería un problema federal. Luego vendrá el tema de los espacios”.
De la Torre espera que en un año, aproximadamente, se llegue a esa definición y que los espacios pasen todos a ser protegidos por la Federación.
El otro nombre de la pieza. A pesar de sus problemas, la explanada del Azteca es punto de encuentro de rodadas para ciclistas, de aficionados al futbol, y la escultura es el sitio donde se dan cita los integrantes de barras del equipo América, como La Monumental y Ritual del Kaoz. No todos llegan a tirar basura, pero muchos sí abusan.
Faustino, quien es vendedor de playeras, dice de la escultura: “Se ve bonita, es como un punto de referencia para alguien que se cita ahí en el Citlalli; vienen y ahí se encuentran, lo único malo es que las bases sirven para hacer del baño; viene uno ahí a descansar y el olor es muy feo”.
Citlalli, con ese nombre, más que con como Sol Rojo, la conocen los que van a vender o los que se encuentran allí para entrar al Azteca.
Paula, también vendedora desde hace 27 años en las inmediaciones del estadio, dice que lo que sabe es que “es un monumento que hicieron en el Mundial del 70, una persona de Estados Unidos. Unos dicen que es el Sol Rojo, otros que es el Citlalli.”