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A mediados del siglo XIX, Guiseppe Verdi y Francesco Maria Piave estrenaron la ópera Rigoletto , creación inspirada en la obra de teatro de Victor Hugo, "El rey se divierte" (1832).
Más de 500 años después de la época en que se ambienta el melodrama —en el siglo XVI—, el mundo de las artes sigue llevado a las tablas al bufón de la corte de Mantua.
Como parte de su programación, el Teatro Municipal de Santiago estrenó el pasado viernes 14 de julio una nueva adaptación del espectáculo. A cargo del inglés Walter Sutcliffe, el montaje se alejó de los tonos propios del renacimiento y decidió "modernizar" su puesta en escena y vestuario.
Justamente, esto ha causado un animado debate entre expertos y el público que ha asistido a la ópera, contraponiendo la calidad musical de la presentación —responsabilidad del músico nacional Maximiliano Valdés— que se ha llevado todos los elogios de la crítica.
"La magia que Verdi crea con su música y el interesante libreto que la acompaña, desaparece o se ve gravemente perturbada por su puesta en escena lamentable", señaló en una carta publicada ayer en El Mercurio la abogada Alicia Romo.
La fundadora de la Universidad Gabriela Mistral (UGM) aseguró que la "modernidad" presente en esta versión de Rigoletto es "inadecuada y deplorable".
"La ropa con que se vistió al elenco puede ser adecuada para alguna otra ocasión, como un grupo de amigos en una cantina; pero de ninguna manera en la corte de Mantua", sostuvo. Asímismo, el crítico de ópera del diario La Segunda , Francisco Javier Bernales, destacó la "impecable" presencia musical de la obra, pero no dejó afuera su descontento con el estreno del Municipal: "Desgraciadamente, la puesta en escena fue una chacota. Es difícil entender la razón del cambio de época sin aportar algo, reflejado en un Rigoletto de chaqueta y pantalón que aún no sabemos qué monos pintaba allí", indicó.
"Le llamaban bufón, pero allí no había una corte ni hacía reír a nadie ya que el Duque no era Duque, era un borrachín dueño de un casino o brudel o algo similar, con una patota de amigos que se hacen llamar cortesanos (...) Nos volvemos a preguntar: ¿para qué cambiar la época si no hay un motivo de peso y una propuesta contundente?", añadió.
¿Puesta en escena fallida?
Para el crítico de música y ópera Gilberto Ponce, la disyuntiva no va en la modernización, sino en "la pertinencia" que tenga esta innovación en el escenario. "A mí, lo que me molesta es cuando las cosas son gratuitas, porque sí y en esta puesta en escena son porque sí", dijo a Emol el licenciado en Estética.
"La moda ahora, en muchos teatros de Europa, es hacer cosas que impacten, que choquen, que provoquen. Pero ahora sólo se están quedando en la provocación, más que respetar lo que el autor quiso hacer. Yo creo que se pueden hacer innovaciones, por supuesto que sí, bienvenidas sean, pero que sean pertinentes. Pero cuando ya se alejan de la esencia del drama, ahí la cosa deja de funcionar, desde mi punto de vista", añadió.
Ponce recalcó elementos del montaje de Sutcliffe como la apariencia de distintos personajes, a quienes comparó con el rol de Olivia Newton-John en "Grease" o con la Chilindrina de "El chavo del 8".
"Me atrevo a decir que ya no es un problema de falta de imaginación, es un problema de que no existe la imaginación, entonces yo vengo y coloco cualquier cosa", manifestó el también profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI). Por otro lado, para la periodista especializada en crítica de ópera, danza y música Claudia Ramírez, hay aciertos en esta versión "rupturista", pero aún así no logran salir a flote dentro de la cuestionada puesta en escena general.
"La idea central de Sutcliffe era buena: sumergirse en el mundo oscuro de Rigoletto. En ese sentido me pareció de gran interés dramático y tuvo momentos muy acertados. Las melodías de Rigoletto están al servicio del teatro y hay una gran caracterización musical de las partes, y que Sutcliffe supo traducir por medio de una propuesta moderna. Su visión de Gilda, transitando de la niña infantil a la mujer enamorada fue un acto de gran inteligencia. Sin embargo, tuvo otros que no. Porque si bien indagó en la intimidad de los caracteres no podía excluir el símbolo político y social que en ella subyace. En esta puesta no hay diferencias entre cada personaje. No se sabe bien quién es el Duca, ni el propio Rigoletto, ni siquiera el papel de los cortesanos", indicó.
"Lamentablemente, los elementos no logrados influyeron incluso en la percepción de los números musicales. Si hubiesen estado solucionados habría sido una propuesta redonda e innovadora", agregó la profesional.
sc