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Florencia Páez Espinosa tiene 16 años de edad y desde octubre pasado forma parte del selecto grupo de bailarines que estudian en una de las escuelas de mayor prestigio en el mundo, la John Cranko Schule, semillero de importantes solistas que hoy nutren a las compañías prestigiosas de la escena internacional, particularmente del Stuttgart Ballet, donde baila la también mexicana Rocío Alemán.
Extraña todo, a sus padres, sus hermanos, sus amigos, su casa en Monterrey; pero ha ido a Alemania “a convertirse en la mejor bailarina”: “El ballet me reta todos los días, si no bailo siento que me faltó algo esencial, estar en un escenario es una de las cosas que más me gustan en la vida, recibir los aplausos mientras agradezco me hace muy feliz”, dice en entrevista telefónica desde Stuttgart.
Florencia se formó en la academia de Dalirys Valladares y en la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey, ha participado en competencias nacionales e internacionales. A finales de 2015 recibió la invitación de la escuela alemana, hizo su maleta y quemó las naves.
¿Cómo fue que surgió tu pasión por el balllet?
Recuerdo perfectamente el día en que mi mamá me llevó al ballet de Monterrey. Yo tenía como cuatro años y recuerdo que me encantó, le dije que yo quería bailar así, que quería andar de puntitas. Al año siguiente me inscribió a la academia de ballet de Dalirys Valladares, ex primera bailarina del Ballet de Monterrey, en donde permanecí hasta los 13 años de edad, ahí hice gran parte de mis estudios.
¿Cuándo comenzaste a considerar a la danza como una carrera profesional?
Creo que a los 12 años, cuando fui a un curso intensivo de ballet al Houston Ballet, me gustó mucha esa experiencia. Mi maestra me dijo que tenía condiciones, bonito cuerpo y que estaba muy bien. También cuando fui a Córdoba para participar en el Youth America Grand Prix, en el que pasé a la final y me fui a Nueva York con una variación de Paquita. Fue increíble, no me lo esperaba para nada, yo sólo quería ir a bailar porque me gustaba, porque quería disfrutar el momento y de pronto me di cuenta que era algo serio, que estaba en un competencia y que estaba en el extranjero. Volví a la misma competencia y bailé un dúo con José Manuel Hurtado, un compañero de la academia. Me dieron el pase directo para la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey. Ahora sí se volvió todo mucho más serio, más estricto, dedicaba dos horas de ballet, más clase de puntas, más ensayos, bailé en El Cascanueces, ofrecimos funciones, me metí a las competencias intramuros que son muy importantes porque te permiten ver el progreso de otros bailarines, es decir, no las usamos para compararnos sino para tener referentes de nuestros avances. Además, a partir de ese momento todo comenzó a tener más rigor y seriedad.
¿Cómo fue la invitación para ir a Alemania?
Estaba en Córdoba y fuimos al Youth America Grand Prix y fui a bailar un pas de deux y un baile en grupo. El director de la escuela me vio y le dijo a mi maestra que le había gustado mi interpretación, al día siguiente tuve una clase con él y me dijo que tenía potencia, que podía ser una gran bailarina y me invitó a la escuela con una beca por un año. No lo podía creer, de verdad no pensé que me podía ganar algo así, una beca en una escuela muy reconocida, no sabía que yo era capaz de alcanzar algo tan grande. Desde que conocí a Rocío Alemán, que fue alumna de la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey, que estuvo en la John Cranko y ahora está en la compañía Stuttgart, quería seguir sus pasos; así que tuve el impulso de aceptar, pero también pensé en todo lo que significaba esa oportunidad. Debía dejarlo todo, mi familia, mi escuela, mi país, mis amigos. No lo dudé, lo acepté. Ingresé en octubre del año paso. Ahora bailo un mínimo de seis horas diarias, la escuela la hago en línea y me resulta muy pesado, pero estoy poniendo por delante mis prioridades y mi prioridad ahora es el ballet. Supe, desde el inicio, que no debía desaprovechar una oportunidad. Llegué a Alemania con un curso básico. Sabía decir mi nombre, saludar y despedirme. Aunque sí sé hablar inglés porque estudié en un colegio bilingüe. Ha sido un invierno muy frío, tenía que salir con mucha ropa encima, tuve mucho frío. Y en todo esto he tenido el apoyo de mis papás. Siempre me dijeron que contaba con ellos y que iban a estar conmigo. Mi mamá estuvo muy emocionada, ella está muy feliz por mí y por todo lo que he logrado.
¿Y qué descubriste sobre ti, sobre tu técnica?
En la primera clase me quedé en shock, vi a las niñas girar muy alto, con las piernas muy arriba; sí me asusté, pero creo que todos tenemos nuestro talento y todos tenemos fortalezas y debilidades. Así que me he quedado tranquila porque sé que tengo muchas cosas buenas, por estoy aquí. Vine a Alemania a aprender y a ser la mejor bailarina. Quiero tener la mente abierta a las opiniones de los maestros para poder crecer día a día. Mi contrato es por un año y espero que se pueda extender por dos años más, me encantaría graduarme en esta escuela y poder acceder a una compañía de gran prestigio. Sé que cuando termine mis estudios deberé hacer audiciones por todo el mundo. Tus maestros te pueden decir cómo hacer las cosas, darte todas las herramientas, pero si tú no pones de tu parte ni das el 100%, las cosas no funcionarán. Yo tengo días en las que no sé qué hago aquí, pero recuerdo por qué me gusta lo que hago y me dedico a hacer lo que tengo que hacer, a darlo todo para ser mejor. Me gusta sentir que entrego mi esfuerzo y que cada semana hay un avance, quiero que la gente pueda ver algo muy hermoso y que sepa que detrás hay esfuerzo y dedicación. Estoy muy agradecida con mi maestra Dalirys Valladares, porque empecé con ella, y con mi maestra Rosario Murillo, por tanto apoyo, porque ellas vieron que yo podía ser una gran bailarina.