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Los conocimientos en relojería, anatomía, música y mecánica del francés Jaques de Vaucanson (1709-1782), se combinaron para darle un lugar en la historia. Además de la creación del primer telar automatizado, su legado incluye una serie de autómatas que son considerados algunos de los parientes más lejanos de los robots autónomos contemporáneos. Entre sus inventos más conocidos se encontraba el Pato con aparato digestivo, un autómata con 400 partes móviles que podía mover sus alas, beber, comer granos, e incluso defecar.
El CRAM logra ser aplastado sin daño alguno gracias a un pequeño exoesqueleto que lo recubre y que se adapta a la fuerza del peso que cae sobre su estructura. Es así que un área de investigación en la robótica que los expertos plantean como fundamental en el desarrollo de nuevas tecnologías del género, es el desarrollo de estructuras deformables y materiales blandos. Esto le da a los robots la capacidad de estirar, aplastar, subir y movilizar su estructura; e incluso facilitan su potencial de auto reparación y biodegradabilidad.
Una investigación publicada recientemente en la revista Nature mostraba precisamente al primer robot elaborado totalmente de materiales blandos. Se trata del nombrado Octobot, un minúsculo robot con forma de pulpo fabricado con un nuevo sistema de impresión en 3D que utiliza caucho de silicona y una tinta catalítica que transporta partículas de platino que ayudan en la descomposición de combustible, pues es capaz de moverse sin baterías ni cables. Su fuente de energía consiste en un combustible de peróxido de hidrógeno alimentado por un circuito de microfluidos.
Además de los materiales ligeros que componen su cuerpo, el desarrollo de la RoboBee se divide así en dos componentes principales: cerebro y colonia. Mediante sensores inteligentes y electrónicos de control, se imitan las capacidades que tienen las abejas en ojos y antenas, capaces de responder activamente a estímulos exteriores. Mediante el enfoque de la colonia, se busca coordinar el comportamiento de muchos robots independientes para que actúen en unidad y sus acciones puedan a ser más efectivas. En este sentido, otra de las áreas de aplicación de las virtudes de estos microrobots es la vigilancia.
Mediante esfuerzos coordinados, son capaces de cubrir mayores áreas de terreno para vigilar una zona. La gran variedad de micro robots de vigilancia, que también han sido inspirados en las habilidades de otros insectos como moscas, arañas y hormigas, sin embargo también han traído consigo una discusión sobre las fronteras éticas de su utilización, pues una cosa puede ser la vigilancia autorizada de un almacén, por ejemplo, y otra, ser empleadas para cuestiones de espionaje que superan fácilmente la ciencia ficción.
De hecho, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa (DARPA), de EU ha sido la encargada de financiar muchos de los proyectos del género que han sido desarrollados desde hace varias décadas en el vecino país del norte y que a muchos les hace cuestionarse hasta dónde realmente han logrado penetrar estos bichos robotizados.
Para expertos en el área, como Pedro Serena Domingo, investigador del Instituto de Ciencia de Materiales de Madrid (CSIC), detrás de los beneficios de las tecnologías siempre pueden esconderse ciertos riesgos que conviene conocer y valorar para anticipar sus efectos, actuar con cautela, y así minimizar su impacto.
Sin embargo, hasta ahora los efectos positivos de todas las tecnologías que se desprenden del desarrollo de estas pequeñas criaturas robotizadas, parecen pesar más en la balanza.