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Sólo cuando apremia el dolor, por sangrado o en una situación de gravedad, los mexicanos visitan al médico. Si se trata de una cuestión aparentemente controlable por los pacientes, recurren a la automedicación.
Las causas: el alto costo de la consulta médica y de los fármacos. Además, en muchos casos y por costumbre arraigada prefieren administrarse el resto de los medicamentos que quedaron de la ocasión anterior, en dosis y horarios que vagamente recuerdan, o llamar por teléfono a un conocido para preguntar acerca del mal que les aqueja, señaló José Antonio Palma Aguirre, del Departamento de Farmacología de la Facultad de Medicina de la UNAM.
“En México la automedicación es muy común. Los adultos usualmente compran su medicina en las farmacias y las recetas no se respetan porque los productos se pueden conseguir sin necesidad de ellas”, dijo.
El universitario indicó que los pacientes confían en recomendaciones familiares. “Si le funcionó a la abuela, a la madre, los hijos, sobrinos y nietos, resultan consumidores cautivos”.
Otro factor son las personas que laboran en farmacias, quienes apoyadas en el vademécum (diccionario que enlista los medicamentos) suelen recomendar productos disponibles en esos establecimientos.
Sobre la proliferación de consultorios que se ubican en las mismas farmacias, el entrevistado consideró que son confiables por la exigencia laboral para que trabajen médicos titulados (cédula profesional).
Además, refirió que Ley General de Salud establece que farmacias y consultorios deben estar separados al menos por un muro divisorio, así que cuentan con la especificación para prestar el servicio.
Esta opción no desplaza los servicios de la seguridad social, sino que los complementan, debido a la saturación en estas instancias, resaltó.
Por lo que hace a medicamentos genéricos, Palma Aguirre aseveró que también son confiables, pues deben ser evaluados por terceros autorizados por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), que son centros de investigación en donde realizan pruebas que demuestran confiabilidad en calidad, eficacia y seguridad. Los pacientes recurren a ellos porque son más económicos (hasta 50%) que los de patente.
En cuanto a la caducidad, concluyó, es posible consumirlos dos meses después de la fecha señalada en la caja. La fecha de caducidad está respaldada por pruebas de estabilidad acelerada a mediano y largo plazos.
José Antonio Palma tiene más de 35 años de farmacólogo, está capacitado para la revisión de documentos en medicamentos alopáticos, biotecnológicos, herbolarios, homeopáticos y controlados.
jpe