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La obesidad en la infancia y la adolescencia se asocia a una serie de riesgos de salud a futuro, como diabetes, enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer. Los huesos tampoco se libran del nefasto impacto de los kilos de más: según un estudio realizado en el Hospital General de Massachusetts, en Boston (EU), los niños y adolescentes obesos sufren un daño óseo permanente e irreparable, que los expone a un mayor riesgo de fracturas a lo largo de su vida.
"Tradicionalmente se pensaba que la obesidad tenía un efecto protector sobre la salud de los huesos; pero algunos estudios recientes han mostrado una mayor incidencia de fracturas en el antebrazo en adolescentes con obesidad", cita como ejemplo la doctora Miriam Bredella, autora de la investigación que será presentada el próximo fin de semana en la Reunión Anual de la Sociedad Estadounidense de Radiología.
En el estudio, que aún sigue en desarrollo, se ha evaluado a 23 adolescentes con obesidad mórbida y una edad promedio de 17 años. A través de tomografías computarizadas de alta resolución, han medido la densidad mineral ósea y la "microarquitectura" de los huesos en los brazos y piernas de los muchachos.
Recompensa
Observaron que un mayor índice de masa corporal (IMC), así como de grasa visceral, se asocia con una mayor porosidad del tejido óseo. Según los autores, esta grasa secreta sustancias que favorecen una inflamación crónica que estimula la formación de osteoclastos, células responsables de la destrucción o reabsorción del hueso.
Eso no solo los expone a más riesgos de fracturas; el mayor problema está en que el daño es definitivo: si de adultos estos menores logran un peso adecuado, sus huesos ya estarán debilitados.
"La adolescencia es la fase en la que alcanzamos nuestro peak de masa ósea, por lo que la pérdida de esta masa en esta etapa supone un problema muy serio", dice Bredella, quien aconseja adoptar un estilo de vida saludable desde la infancia, que permita mantener un peso corporal normal y con una dieta con alto contenido de calcio y vitamina D, además de realizar ejercicio físico.
Pero ir contra la obesidad puede no ser tan fácil.
Mediante resonancias magnéticas, investigadores de la U. de Granada (España) vieron que en personas obesas el sistema de recompensa cerebral -que se relaciona con la motivación, el deseo y el placer- muestra una mayor activación ante un estímulo de comida que ante una recompensa económica. Según los autores, este hallazgo debería servir para revisar y enfocar mejor los tratamientos contra la obesidad.
jpe