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Entre las explicaciones ofrecidas para el lento crecimiento económico mundial destaca la de un grupo no de economistas, sino de físicos: la enorme desigualdad económica.
Con un sencillo modelo económico, un equipo internacional de investigadores, en el que participa Isaac Pérez Castillo, del Instituto de Física de la UNAM, abordó las consecuencias en la economía de la desigualdad y la disponibilidad del dinero, entendido esto como la frecuencia de los intercambios económicos, es decir, la compraventa de productos y servicios.
Para mucha gente, la física expone cómo se atraen los cuerpos mediante la ley de la gravitación universal, de Isaac Newton; la mecánica cuántica y la velocidad de la luz en el espacio a través de la teoría de la relatividad, de Albert Einstein; sin embargo, muy pocos saben que la física ha ampliado su campo de trabajo a áreas como la economía.
Al considerar a la economía como una red de relaciones entre personas y empresas que interactúan mediante la compraventa de bienes y servicios, en la que el único límite es la disponibilidad de dinero, los expertos encontraron que la creciente desigualdad tiende a debilitar el intercambio económico.
En un trabajo publicado en el Journal of Statistical Mechanics: Theory and Experiment, explicancómo la desigualdad podría influir en el desarrollo de la economía hasta llegar a paralizarla. “Considerando la distribución de Pareto de la riqueza en los agentes económicos, encontramos que la consecuencia de aumentar la desigualdad económica es una mayor concentración de los recursos financieros, lo cual lleva a un lento flujo de mercancías y a un estancamiento de la economía”, señaló Pérez Castillo.
Su modelo es un mecanismo sencillo que captura la relación entre la desigualdad de la sociedad y la velocidad del dinero, y en esa medida la economía se vuelve menos dinámica. Con este esquema se obtienen valores cuantificables de los efectos de la desigualdad, subrayó.
En pocas palabras, la velocidad del dinero es el número de veces en el que la moneda cambia de manos durante cierto periodo, que suele ser un año. La moneda puede ser el peso, el dólar o el euro. Si bien su cálculo es complicado porque se tienen que considerar muchas variables, se calcula a partir de la producción real de la economía, producto interno bruto o PIB real, y de la oferta monetaria. Así, la velocidad de circulación del dinero es el cociente que se obtiene al dividir el PIB real y el dinero en circulación.
“Esto es muy fácil de entender. En una sociedad desigual, en la que mucha gente tiene poco, y muy poca gente tiene mucho, casi todo el dinero está en manos de unas cuantas personas. Imaginemos un mercado en el que sólo un individuo tiene un producto que se puede comprar o vender, pero si la mayor parte de la población no tiene dinero para comprarlo o sólo tiene para adquirir ese producto, pero no otro, las mercancías no se mueven. El dinero en manos de unos pocos no circula y esto paraliza la economía del país”, advirtió el investigador.
El equipo de físicos empezó a analizar el problema primero por curiosidad científica, y después porque no había un modelo sencillo que indicara las consecuencias de la desigualdad. “Con este modelo encontramos que a medida que aumenta la desigualdad, la economía se hace cada vez más lenta”.
A través de la velocidad del dinero se mide cuán lenta o rápida es la economía de un país. “Cuando el índice de Pareto tiende a 1 –la desigualdad en una sociedad ya es extrema–, la economía de detiene completamente”.
Estos modelos proporcionan mucha información, pero el problema es transformarla en políticas económicas. Sin embargo, pasar de la parte científica a la sociopolítica es difícil, porque en esa área el impacto de la ciencia es nulo.
“Ahí lo importante son las empresas que ponen su dinero en la política e influyen en los políticos. Puedes mostrar tus resultados, a partir de los cuales se podrían tomar decisiones económicas o monetarias para disminuir la desigualdad en el país, pero es muy difícil que se implemente”.
Este tipo de estudios podrían ser útiles en la sociedad, sin embargo, caen en saco roto y no son utilizados. “Lo anterior es cierto, pero no sólo en el área económica, también falta explorar la conexión entre la sociedad y la ciencia. Creo que los resultados científicos aplicados harían una sociedad mejor”, concluyó.
jpe