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Desde 1948 no se había visto un fenómeno similar. Este 14 de noviembre la Luna alcanza su punto más cercano a la Tierra, por lo que se puede apreciar más grande y brillante, lo que justifica el apelativo de superluna. La luna llena, la fase lunar que ocurre cuando la Tierra se encuentra situada exactamente entre el Sol y nuestro satélite natural, sucede mensualmente; pero cuando coincide con su paso por el perigeo orbital, es cuando adquiere un brillo 30% más fuerte y su diámetro se aprecia 14% más grande.
Las explicaciones sobre los fenómenos lunares siempre estuvieron ligadas al pensamiento mágico de diversas culturas alrededor del mundo; hasta que la Luna fue vista, literalmente, de otra forma por Galileo Galilei. Al emplear sus telescopios para observar el cuerpo celeste, notó los cambios diurnos y nocturnos en los bordes de sus hemisferios e incluso pudo hacer distintas observaciones sobre las características de sus planicies.
A principios del siglo XVII, el científico detalló sus observaciones astronómicas en el libro El mensajero sideral, publicado en Venecia en 1610. En este libro, cuenta cómo gracias a su invento, descubrió que la Luna no era totalmente lisa y esférica, como se creía, sino que su superficie estaba formada por montañas, cráteres y valles.
En 1979 se acuñó el término superluna y la manera exacerbada cómo se percibe la Luna ante su mayor proximidad con la Tierra, siguió dando pie a numerosos mitos. Se ha llegado a decir que este fenómeno puede tener impacto sobre la actividad sísmica debido a una interacción gravitatoria entre nuestro planeta con el Sol y la Luna; sin embargo no hay ninguna validación científica sobre estos hechos. Lo que no es un mito es su influencia sobre las mareas. La altura del agua en las mareas sí crece proporcionalmente durante estos fenómenos, por lo que se calcula que la llamada marea de perigeo es 37% mayor.
Se dice que el primero en registrar los cambios en las mareas fue Piteas, nacido en el 300 a. de C., pero fue hasta 1687 cuando las teorías de Newton explicaron cómo el mar sufre estas alteraciones ante el efecto de la gravedad que la Luna y el Sol ejercen sobre el agua. Existe un aumento en la actividad de los peces cuando se producen mareas vivas y de hecho estos son los momentos más propicios para la pesca. El fenómeno específico que sucede durante esta superluna en las zonas costeras es también conocido como súper marea viva o marea del siglo, un momento aún de mayor atracción pues está marcado por el paso del cuerpo celeste por el perigeo orbital.
Según Noah Petro, científico adjunto de la misión Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO) de la NASA, si no se pudo apreciar este fenómeno la madrugada del lunes, es posible verla prácticamente con su mismo esplendor durante esta noche. “La diferencia en distancia de una noche a otra será muy sutil. Cualquier momento después de la puesta del Sol debería estar bien, o una vez que esté más oscuro y la luna se ubique un poco más alta en el cielo”.
Para el doctor Alejandro Farah, del Instituto de Astronomía de la UNAM, la mejor forma de apreciar el fenómeno es “en una zona oscura, alta y con el horizonte libre hacia el oeste”.
El científico agrega que aunque el horario para poder apreciar mejor su brillo es unas horas antes del amanecer y hasta que la Luna se oculte por el oeste, en realidad también es un fenómeno que puede apreciarse con la luz del día, gracias a la brillantez que logra el astro.
La mejor fotografía
La teoría más aceptada en la actualidad sobre el origen de la Luna es que se formó después de que un cuerpo del tamaño de Marte colisionó con la Tierra. Desde su aparición, este cuerpo celeste se ha encargado de que nuestro planeta sea, en muchos sentidos, más habitable, pues modera el movimiento de la Tierra sobre su eje y es también responsable de su estabilidad climática.
Bill Ingalls, fotógrafo de la NASA, cuenta que la mejor forma de captar una imagen del astro que marca el ritmo de la vida en la Tierra, es tener una referencia mediante la que se acentúe la majestuosidad que alcanza durante este día. “No comentan el error de fotografiar sólo a la Luna, sin referencia a nada. Ciertamente he hecho lo mismo, pero todo el mundo conseguirá una foto de esas. En cambio, pensar en cómo hacer una imagen diferente, significa ‘atarla’ a algún objeto terrestre. Puede ser un punto de referencia local”, señala refiriéndose a un edificio emblemático o algún monumento.
El fotógrafo afirma que para obtener una buena foto no se trata simplemente de subir a nuestras azoteas. “Significa hacer un montón de tareas. Usar Google Maps y otras aplicaciones –incluso una brújula– para planificar dónde conseguir justo el ángulo recto en el momento adecuado”. Otra previsión de Ingalls es evitar, en la medida de lo posible, estar en las zonas de mayor contaminación lumínica, pues le restan presencia al astro.
Aunque reconoce que un teléfono inteligente no es la mejor forma de captar una buena imagen, el fotógrafo acepta que también con esta herramienta pueden surgir cosas interesantes. “En estos casos, hay que tocar la pantalla y mantener el dedo sobre el objeto (en este caso, la Luna) para bloquear el enfoque. Luego es necesario deslizar el dedo hacia arriba o hacia abajo para oscurecer o iluminar la exposición”. Para fotografíar con cámaras réflex digitales (D-SLR), Ingalls utiliza la configuración de balance de blancos daylight para capturar la luz de la luna, ya que se refleja la luz del Sol.
La recomendación de Ingalls para aquellos que utilizan un equipo más profesional, con lentes más sofisticados y tiempo de obturación, es necesario tomar en cuenta, aunque no lo parezca, que la Luna es un objeto en constante movimiento. “Es un acto de equilibrio tratar de obtener la exposición correcta y darse cuenta que la velocidad de obturación por lo general tiene que ser mucho más rápida”.
Décadas de estudio
Del interés público de tomar una foto a la Luna en su momento de mayor esplendor, casi como un ejercicio de ciencia ciudadana, se puede viajar fácilmente a las entrañas de los laboratorios de la NASA, donde las imágenes de la Luna cada vez aportan más datos no sólo sobre la fisonomía de este satélite, sino de la configuración de todo el Sistema Solar.
Los especialistas de la NASA han estudiado la Luna durante décadas. Actualmente se puedan realizar análisis comparativos de viejos y nuevos archivos de imágenes, y obtener así importantes datos sobre su evolución. La primer fotografía de la Luna fue captada hace medio siglo por el Ranger 7, que justo diecisiete minutos antes de estrellarse sobre la superficie lunar, logró transmitir más de cuatro mil imágenes.
Actualmente el programa Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO) es la principal misión espacial de la NASA enfocada en el estudio del satélite. La sonda fue lanzada en el 2009 y la misión se centra en el estudio de los relativamente inexplorados polos lunares, superficies gélidas que no reciben la luz directa del Sol. Mediante sus siete instrumentos, uno de sus objetivos fundamentales es buscar probables zonas de aterrizaje para naves tripuladas. Los trabajos como laboratorio natural de investigación del Universo, así como las labores de explotación comercial en la Luna, se vislumbran ya en un horizonte cercano.
Pero además de la búsqueda de los mejores lugares de aterrizaje, se siguen tomando imágenes para lograr hacer también una reconstrucción de la historia de nuestro Sistema Solar. Una mejor definición de la topografía del satélite ayuda a los científicos a tener más datos para saber lo que está sucediendo en otros planetas más allá de la Tierra. Noah Petro explica que el mapeo que se ha logrado en la actualidad sobre la superficie lunar ha integrado a la perfección imágenes de alta resolución por más de siete años de trabajo, logrando crear extensos y precisos documentos.
Para el científico algo fundamental para potenciar la utilidad de estas nuevas cartografías lunares, ha sido el análisis comparativo con el material recabado durante la década de los sesenta en las misiones Apolo. Esto tampoco hubiera sido posible sin el Proyecto Para Recuperación de Imágenes de los Lunar Orbiter (LOIRP), pues resulta que entre 1966 y 1967 fueron enviados cinco vehículos no tripulados a la Luna que lograron fotografiar prácticamente toda la superficie lunar, pues tal como la misión actual del Lunar Reconnaissance Orbitel, la misión de los sesenta buscaba los mejores lugares para aterrizajes y descensos tripulados.
El problema fue que muchas de esas imágenes fueron borradas por un descuido que involucra asuntos de presupuesto de la NASA para el mantenimiento del material, sin embargo otra gran parte de las imágenes se lograron rescatar y digitalizar adecuadamente mediante el proyecto que inició a mediados del año 2000.
“Por ejemplo, basados en el número de cráteres de impacto, podemos hacer estimaciones sobre la edad y evolución del satélite. Además, luego podemos aplicar estos modelos para estimar la edad de otros planetas de nuestro Sistema Solar; todo gracias al estudio de la Luna”, afirma Petro sobre el astro que hoy muestra todo su brillo.