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En días pasados el Fondo Monetario Internacional (FMI) presentó en la Ciudad de México su estudio sobre las perspectivas económicas para los países de América. El FMI destaca que la economía mundial sigue en transición y en ese contexto hay un ritmo más lento en las actividades. Por ejemplo, se observa que la recuperación de la economía en Japón y en la zona del euro sigue siendo frágil. Al igual que en 2015, la economía de Japón apenas crecerá en 2016 en 0.5 por ciento. Considérese que el Banco de Japón está realizando lo que el FMI califica de relajación de las condiciones financieras , como la expansión cuantitativa y cualitativa a una tasa de interés negativa.
En 2017, en tanto el gobierno va llevar adelante algunas medidas de ajuste fiscal, el país tendrá una reducción del PIB del orden de 0.1 por ciento. En Europa el escenario incluye créditos hipotecarios otorgados por algún banco a una tasa de interés de cero por ciento. Estas medidas, como las ejecutadas por el Banco Central Europeo, con gran cantidad de inyección de recursos y canjes de deuda con dificultades de pago por recursos frescos no logran propiciar un crecimiento sólido.
Se sostiene que las condiciones financieras se han endurecido y ha aumentado la volatilidad en los mercados. Entre los riesgos deben anotarse las deudas y las bajas en los precios de algunos activos en grandes bancos y otras firmas de las finanzas, como las dificultades por el tamaño y la composición de las deudas en corporaciones con matriz en diversos países. Para las denominadas economías de mercados emergentes —México incluido— el endurecimiento financiero significa que hay salidas de capitales del país. Ello implica dificultades para mantener los tipos de cambio y procesos de depreciación de las monedas de estos países con relación a ciertas divisas como el dólar de Estados Unidos, la libra esterlina y el euro. Una historia muy conocida en América Latina y que regularmente implica disminuir el crecimiento y aumentar la desigualdad social.
Sobre la región latinoamericana se prevé que en 2016 se contraiga por segundo año consecutivo. Sin embargo los datos sobre la recesión en la región ocultan diferencias notables entre los diversos países del área. Son las mayores economías de América del Sur las que están decreciendo: Brasil, Argentina, Venezuela y también Ecuador. Otras continúan creciendo; aun cuando, como en el caso de México, las cifras han sido revisadas a la baja. En 2016 el FMI estima que el PIB en México crezca en 2.4 por ciento y el año siguiente la proyección de aumento es de 2.6 por ciento. Son cifras muy cercanas al incremento de la población, por lo que el crecimiento del PIB por persona es casi de cero por ciento.
El crecimiento de la economía en México depende de Estados Unidos. Sin embargo, la relación más significativa es entre el comportamiento de las manufacturas en el país al norte del Río Bravo y el desempeño general de la economía en México. Ello implica un dato negativo para México, dado el comportamiento deficiente de la producción industrial en Estados Unidos. Las exportaciones manufactureras desde México explican la mayor parte de la relación con la economía mundial y están altamente concentradas por destino. Además las realizan un reducido grupo de firmas que operan en el país, por ejemplo unas cuantas empresas automotrices. Su comportamiento depende del desempeño general en Estados Unidos de esas mismas compañías, sin que otros aspectos graviten con fuerza en las decisiones de inversión. El resultado es una muy poca capacidad para impulsar el crecimiento de la economía en México considerando otros factores.
En la presentación del informe del FMI sobre las perspectivas de la economía en América se advirtió que en el caso de México en los años siguientes el crecimiento del PIB en el país se va ir acelerando hasta alcanzar un incremento del orden de 3.1 por ciento en el año 2021. Ello será posible acelerando las reformas económicas y manteniendo la consolidación fiscal. Hay un riesgo adicional: si la baja en los precios del petróleo se mantiene el impacto en las finanzas públicas implicaría una carga mayor en términos de la consolidación fiscal. Es decir, será necesario aplicar medidas de ajuste al gasto público mayores que tienen un impacto negativo en el crecimiento de la economía. Otro riesgo es en materia de deuda pública por un lado; y, por otro, de deuda de las empresas denominada en moneda extranjera. Cubrir los servicios de ambas puede implicar un menor crecimiento, con lo que la situación de estancamiento de la economía se va extender por unos años más.
Departamento de Economía, Universidad Autónoma Metropolitana
vidal.gregorio@gmail.com