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Se supone que hacemos política para no matarnos. Esto se supone. Porque precisamente, el Estado existe para darnos seguridad, justicia, y además cubrir otras necesidades que consideramos colectivas. Así es que el Estado se erige para dirimir nuestros conflictos y mantener, por vía de las instituciones, la paz social. Otra virtud del Estado, democrático al menos, es que para elegir pacíficamente a quienes lo dirigirán, celebramos elecciones multipartidistas.
Pero hoy la política está bajo ataque. En las elecciones pasadas, la política y la violencia se conjuntaron de una manera que no habíamos visto antes. Y me temo que la violencia política que estamos viviendo está marcando el futuro de la forma de hacer política en México. En específico, es la parte electoral de esta política la que ha transitado de un teatro de campañas sucias, a otro de campañas criminales. Yo pienso que el futuro de las elecciones será así, por un buen tiempo. Se trata, pienso yo, de un cambio estructural; este no es un problema coyuntural.
Es verdad que la estrategia común en los procesos electorales, al menos en los más recientes, ha sido la campaña sucia a golpe de bots en redes sociales. Ganar elecciones mintiendo, insultando, espiando y difamando, son ya la norma en México. Por supuesto que son estrategias reprobables. Pero como son efectivas, se han vuelto moneda de curso corriente en la competencia por el poder político. Queda la lección de que en política, mentir no es caro. Y en redes sociales, menos.
Pero este 2018 estamos viendo una estrategia muy problemática y mucho más preocupante. Un problema cuyo control y erradicación, me parece, debe ser una prioridad en el nuevo gobierno: la campaña criminal. Aquí no me estoy refiriendo a delitos de compra de voto y coacción del votante. Los cuales ya tienen de suyo implicaciones muy graves. Pero peor aún es el asesinato de funcionarios públicos y candidatos a puestos de elección popular. A eso me refiero. Una violencia política en estado puro, y que si bien no es nueva, sí ha sido crecido enormemente (https://bit.ly/2KDuIuY).
No contamos con cifras enteramente válidas, y todas las que se ofrecen son debatibles, pero se estima en al menos una centena, el número de políticos y candidatos asesinados entre el inicio de las precampañas (14/12/17) y el día de la votación (1/7/18).
Digo que esta forma de violencia política apenas inicia, porque los principales causantes de estos asesinatos, el crimen organizado y grupos políticos locales rivales, apenas empiezan a ver la impunidad reinante al respecto de estos asesinatos. Desconozco una metodología para estudiar de manera empírica la utilidad de esta estrategia de la campaña criminal. Debe haber un procedimiento para estudiarlo. Pero el simple hecho de que suceda, me da evidencia suficiente para concluir que sí se trata de una estrategia efectiva en la lucha por el poder político.
Quiero concluir con la idea de que, como dice Macario Schettino, si el enojo es el signo de estos tiempos, para mí la violencia homicida será el signo de la política en las elecciones siguientes. El número de asesinatos de funcionarios y candidatos fluctuará en relación con la celebración de elecciones, pero el fenómeno no desaparecerá. Si acaso, se potenciará. Y recuerden los que hacen de la política su profesión que en este problema, ellos son las primeras víctimas. Le sigue el Estado. Y con ello, todos los demás.
Investigador (SNI-3). Centro de Investigación
en Ciencias de Información Geoespacial
(CentroGeo). Twitter: @CJVilalta