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Guatemala, El Salvador y Honduras viven hoy una cuádruple crisis: una economía concentrada y depredadora; un sistema político donde un puñado de personas secuestra al Estado para su beneficio privado; una violencia sistémica de ejércitos privados, maras y pandillas que los hace inhabitables; y un deterioro ambiental profundo, factores todos que están en la raíz de los éxodos masivos de población hacia Estados Unidos y México.
El embajador Walter Astié Burgos alerta (www.goo.gl/9xsVzD) contra tropezarnos con la misma piedra en el Plan de Desarrollo Integral para Centroamérica (debería ser con Centroamérica), al atacar únicamente los síntomas crónicos de los problemas y no sus raíces.
La migración centroamericana hacia el norte va a continuar por la enorme brecha salarial respecto de EU; en los casos de Guatemala y Honduras, porque la reducción de las tasas de mortalidad y de fecundidad todavía tomará décadas; y porque las plutocracias se mantienen en el poder a sangre y fuego —quizá en El Salvador un sector aún minoritario de las élites entiende la importancia de atender las demandas sociales mayoritarias.
Por supuesto, hay iniciativas rescatables en la cooperación mexicana con Centroamérica en años recientes. Sin embargo, plantearnos como objetivo detener la migración centroamericana a Estados Unidos es un resultado de las presiones políticas de Donald Trump; puede redundar en que México se convierta en su nuevo destino, pero no se reflejará en un mayor desarrollo humano en Centroamérica.
Propongo cinco pistas para trabajar junto con contrapartes centroamericanas por un desarrollo integral y sostenible:
1. ¿Qué hacer? La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible www.g oo.gl/K6Jhfc es una hoja de ruta. Le pregunté a James Wolfensohn —presidente del Banco Mundial entre 1995 y 2005— cuál es el dólar mejor invertido y me contestó: “impulsar la educación de las niñas en zonas de bajos ingresos, y asegurarse que el agua potable sea asequible para toda la población”.
2. ¿Cómo operar? Vale mucho más la pena apoyar esfuerzos organizativos en marcha, que han probado su impacto en bienestar y su impulso a la cohesión social, que soñar en megaproyectos que sólo redundan en grandes contratos para compañías multinacionales, con cero eslabonamientos productivos. La clave es: ¿cómo añadir valor de mercado a los saberes tradicionales sin perder éstos?
3. ¿Con quiénes? Con frecuencia se escucha que ‘no hay contrapartes’ con quién trabajar. La realidad es que en los tres países hay numerosas organizaciones dedicadas al desarrollo comunitario. En el caso del apoyo a los migrantes, la mayoría de dichas organizaciones están vinculadas a las iglesias —principalmente la católica, pero no sólo ésta— y a los organismos de sociedad civil.
4. ¿Para qué? El objetivo de cualquier programa de desarrollo tendría que ser la mejora en las condiciones de vida de las personas y comunidades. Eventualmente, dicha mejora podría incidir en una disminución de la migración; para ello, sin embargo, se necesita abordar los desafíos ya mencionados.
5. ¿Hacia dónde? Hacia el empoderamiento de los ciudadanos y las comunidades. Es imperativo apoyarse en y trabajar con las organizaciones que la propia sociedad se ha dado para su mejoramiento, y con los organismos internacionales cuyo mandato es precisamente la construcción cotidiana del desarrollo, y que pueden movilizar recursos de cooperación internacional.
Apostarle al progreso social en Centroamérica es invertir en nuestro propio futuro. Ah, y los guatemaltecos nos comparten una lección fundamental: sólo se podrán abatir la corrupción y la impunidad cuando la justicia haya hecho su tarea —al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie.
Profesor asociado en el CIDE
@ Carlos_Tampico