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Celebro el propósito del próximo gobierno de México de incrementar la cooperación para el desarrollo de los países centroamericanos. Es una decisión estratégica muy bienvenida, de la mayor importancia.
Limito este comentario a Guatemala, El Salvador y Honduras porque son los países que envían migrantes hacia Estados Unidos y crecientemente a México. Ello no excluye a Belice, Costa Rica, Panamá y sobre todo Nicaragua —no podemos permanecer indiferentes al hecho de que Daniel Ortega está masacrando a su propio pueblo—, países cuya situación es distinta y merece un abordaje diferente.
Guatemala, El Salvador y Honduras sufren una crisis de violencia sistémica que se manifiesta en la economía extractiva, no productiva, y dependiente de las remesas; en la degradación ambiental acelerada; y en los sistemas políticos secuestrados por las oligarquías.
AMLO se propone emprender un programa de cooperación al desarrollo para generar oportunidades económicas y desincentivar la migración de esos tres países hacia Estados Unidos y hacia México.
Sin embargo, hoy el éxodo hacia el norte es motivado fundamentalmente por la violencia. No son los más pobres quienes emigran. De hecho, hay registro de familias muy pobres que cuando aumenta su nivel de ingreso o se convierten en sujetos de crédito, no lo usan para emprender un negocio, sino para irse al norte.
Comparto con el lector unos trazos que esbozan el estado dramático de la región:
1. En El Salvador, 74%de los jóvenes se quieren ir del país. Las maras y otras expresiones del crimen organizado han logrado un control territorial a nivel nacional, expresado en la extorsión, sobre todo a los pobres. También se quieren ir de las zonas donde no hay violencia, por la sensación de inseguridad a cada minuto.
2. Guatemala ha tenido instituciones fuertes, en particular las Fuerzas Armadas, pero nunca se ha establecido un gobierno central ni un Estado fuerte. La Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) ha exhibido los mecanismos usados por las élites económicas para cooptar y capturar al Estado.
3. En Honduras resulta muy difícil hablar de reintegración de los deportados que pudieron traer sus ahorros de EU. En los barrios de los que se fueron es más probable que les peguen un tiro a que obtengan un empleo. El país que les vuelve a ‘acoger’ sigue con los mismos cánceres de desigualdad, falta de oportunidades, violencia, inseguridad y ausencia de Estado de Derecho.
En estos tres países menudea la percepción de que México ha hecho el papel del ‘gendarme’ para que los migrantes centroamericanos no lleguen a EU y de que la nueva frontera sur estadounidense es el río Suchiate o el Istmo de Tehuantepec. No será fácil la transición desde el enfoque policíaco y la contención migratoria hacia un clima de cooperación para el desarrollo.
Trump ha endurecido el control migratorio, terminado el Estatus de Protección Temporal (TPS) para El Salvador y Honduras, y separado a niños y niñas de sus padres que son eventualmente deportados.
El gobierno de AMLO hará bien en aprovechar el valioso know-how que existe hoy en la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AMEXCID-SRE). Una vía idónea es la cooperación educativa. El programa de Jóvenes Construyendo Futuro puede ser eventualmente extendido a los jóvenes DACA mexicanos que han sido deportados de EU y a un eventual DACA mexicano que otorgue becas para jóvenes guatemaltecos, salvadoreños y hondureños amenazados por la violencia, que podrían continuar sus estudios en nuestro país.
La cooperación no es una carga presupuestaria, sino una inversión en nosotros mismos: nos hace mejores personas.
Profesor asociado en el CIDE.
@ Carlos_Tampico