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¿Veremos un PRD cohesionado y fuerte en los años que vienen? Y más aún: ¿le hace falta al país? La respuesta sin dudar es que sí. El zigzagueante inicio de ‘mandato adelantado’ que ya ejerce el futuro gobierno federal, genera dudas, incluso temores. Y no sólo el PRD, por lealtad a México, los partidos políticos tienen un papel que jugar en la transición que viene.
La democracia se impuso el primero de julio, y en el camino engulló los contrapesos políticos que operaban para equilibrar un obsoleto sistema presidencial. El rechazo de la gente a los partidos que ya gobernaron es el epílogo de un fin de régimen. Pero lo nuevo y amorfo no es necesariamente lo mejor. Por eso los liderazgos de los diferentes partidos políticos, representantes de organismos autónomos, así como las organizaciones de la sociedad civil, deben estar vigilantes ante cualquier concentración de poder Ejecutivo-Legislativo.
Sí es un avance que un líder que militó y creció con la izquierda, llegue por fin al Poder Ejecutivo. Sería un despropósito desear que fracase, por el contrario, será apoyado en tanto sus propuestas sean razonables. Los excesos y retrocesos no. Sin ser oposición beligerante, los perredistas debemos contribuir a consolidar un cambio de régimen.
Al PRD en innumerables ocasiones le han extendido certificados de defunción y siempre se han equivocado. En el trayecto de 29 años hemos transitado de ser un partido de caudillos a otro donde las expresiones políticas deliberan, discuten, se expresan con libertad en público y privado, siempre en libertad de conciencia.
Las derrotas duelen, es cierto; pero siempre presentan la oportunidad de analizarlas, de comprenderlas, de tomar decisiones y de corregir el camino. Cada periodo de los presidentes del PRD ha motivado reflexiones, aprendizajes, conclusiones que no se aplican. Sin duda es tiempo de recoger esas experiencias; tiempo de hacer un alto en el camino, de escuchar a la militancia y a la sociedad, repensar nuestras tareas a través de valores y principios debe ser parte de la recomposición que viene.
Hoy el PRD está ante una crisis insuperable, o ante la inmejorable oportunidad de reinventarse, reestructurarse seriamente como se debió hacer desde hace tiempo.
El balance tiene que ser objetivo, sin autoflagelos, pero trazando hoja de ruta. Lo que no puede seguir es la misma estrategia de autocomplacencia buscando que otros resuelvan lo que debemos resolver los militantes, los dirigentes; con la convicción de que hay que hacer las cosas de otra manera, bajo 6 elementos básicos: trabajo, formación, lealtad, valores y principios, escuchar a la militancia y escoger a las y los mejores candidatos. Con un solo objetivo, mejorar los niveles de vida de la gente. La premisa “menos escritorio y más territorio” sigue siendo válida.
En 29 años el Sol Azteca impulsó importantes alternancias en las entidades donde compitió solo y en alianza. El ejercicio de poder desgasta, los errores se pagan, las ambiciones personales atropellan los principios, y en 29 años el PRD dio oportunidad a diferentes liderazgos que fueron capaces de hacerle daño, la mayoría de ellos han emigrado, los hombres se van, se quedan los principios. Esta depuración abre espacio al relevo generacional.
Ya no hay pretextos, la historia nos alcanzó. El PRD debe transformarse, sin renunciar a su historia, a sus orígenes; mirar al futuro con la convicción de que una visión auténtica de izquierda, progresista, liberal, puede ayudar en la transformación del país.
Ex secretaria general del PRD