Hoy en día, vivimos una etapa de importantes avances en materia de derechos humanos respeto a la libertad de las personas en todas sus formas, sin embargo, considero que ha ido en aumento la intolerancia a la intolerancia, lo que puede ser aún más grave. Lo que hace verdaderamente tolerante a alguien es el reconocimiento universal de los derechos, comenzando por el de expresión, de aquel que no comparte sus mismas creencias o ideologías.

Por ejemplo, alguien que no está de acuerdo en el matrimonio igualitario, inmediatamente será juzgado como intolerante, sin embargo, ¿dónde está la tolerancia para quien piensa distinto, para quien defiende una familia tradicional? ¿esa persona no merece respeto? Esa falsa tolerancia se ha ido adentrando en el pensamiento contemporáneo. Lo que quiero decir es que, si bien es extraordinaria la apertura que se consigue día a día a través de aquellos quienes luchan por derechos igualitarios, es parte de esta misma fuerza la que se alza en contra de quienes piensan distinto a ellos, sintiéndose con la autoridad moral de callar a quienes piensan distinto.

Y est ejemplo de falsa tolerancia aplica para cualquier ideología, lamentablemente la bandera de la lucha por las “libertades” se ha visto corrompida en el sentido que, quienes buscan estas “libertades” no aceptar ideas contrarias a las que defienden, únicamente demandan “libertad” solo para quien comparte sus posturas. Cada quién debe ser libre de hacer y pensar como mejor le convenga, sin embargo, estas corrientes atacan a quienes tienen opiniones contrarias.

Friedrich Nietzche decía “opinión pública, perezas privadas”, es decir, para tener una opinión distinta a la generalizada, existe un miedo a confrontar ideas, reconocer errores y en algunos casos, modificar postura si así lo amerita. Sin embargo, hoy en día, parece que defender lo común está criminalizado, es decir, un pensamiento tradicional empieza a quedar sin lugar y/o reconocimiento.

Esta idea me recordó la paradoja de la tolerancia, de Karl Popper, quien dijo: “La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto con ellos, de la tolerancia”. Lo que nos arroja la pregunta ¿debemos tolerar a los intolerantes? Opino que sí, no puede, por definición, existir la tolerancia únicamente hacia sí misma. Tampoco, aclaro, debemos hacernos sordos en espera de recibir consentimiento en retorno. Cada quién sus ideas, cada quien respetado.

La censura es peligrosa y debe evitarse. Lo ético no es defender a quien opina como nosotros, sino a cualquiera, cada uno debe tener la libertad para decir lo que sea, incluso si consideramos como inaceptable su opinión.

Recordemos que adversarias de la tolerancia son tanto la fanática intolerancia como la tolerancia indiscriminada, si en la primera te juzgan por cometer el delito, en la segunda por ser el espectador que no hace nada al respecto. No podemos perder la capacidad de discernir entre una y otra, es decir, entre lo que debe tolerarse y no. Pero el pensamiento debe prevalecer como el principal a respetarse.

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