Hace algunos años le escuché a un maestro decir “el gobierno y el ejercicio del poder es como un papel lija, sino desgasta, por lo menos raspa”. Nada mas cierto, sin embargo a esta sentencia tan ominosa le falto considerar en la era moderna la velocidad atribuible en gran medida a las redes sociales.

Anteriormente las “lunas de miel” de los políticos duraban probablemente hasta el segundo informe de gobierno, hoy durante cinco meses aparentemente todo fue cantar y coser para el presidente Andrés Manuel López Obrador @lopezobrador_. Llegó a la presidencia de la república con una legitimidad incuestionable y un respaldo popular pocas veces visto en la historia reciente de la política mexicana. A pesar de que desde antes de asumir de manera formal el cargo tomó decisiones que avizoraban conflictos, él contaba con un antídoto que empleó incluso desde la precampaña misma: cada crítica, cada desaprobación o descalificación, lo fortalecía. Su imagen se nutría de eso, de los negativos que le veían. Sin hacer casi nada, todos los puntos cuestionables se convertían en activos.

Los mercadólogos y los opinólogos se asombraban de la curva creciente de aprobación hacia su gestión. Atravesó en pocos días, por los pantanos de la cancelación del #NAIM, el desabasto de la gasolina, la muerte de 135 personas que robaban gasolina de un ducto de #PEMEX, la sospechosa muerte de la gobernadora de #Puebla y su esposo el senador, la cancelación del apoyo a las guarderías, la imposición de magistrados afines a él, la asignación directa de obras, la falta de medicamentos para pacientes con enfermedades crónico degenerativa, el despido masivo de trabajadores federales, la baja en los pronósticos de crecimiento. Todo, lo fortalecía. Hasta hoy.

La mañana del viernes santo, el 19 de abril, López Obrador se levantó con una aprobación del 67.8%, sin saber que los trágicos acontecimientos de esa noche en Minatitlán le habrían de cambiar la vida. Ya lo analizamos aquí en una entrega anterior, la reacción del presidente y de su equipo de comunicación fue demasiado lenta, se tardó una eternidad en afrontar la realidad, y cuando lo hizo, su respuesta fue ignorarla, como a todos los indicadores que le avisan que no toma siempre las decisiones más acertadas. Al concluir su quinto mes de gobierno, tiene la aprobación más baja, ha perdido 7.5 puntos porcentuales. Pero además el 60% de la gente no lo cree capaz de gobernar y el 63% no cree que vaya a resolver los problemas del país. La esperanza de México se está desvaneciendo.

En redes sociales se convocó a una marcha para el domingo 5 de mayo, que tendría como propósito mostrar el descontento de un sector social en contra de las políticas del presidente. Tuvo respuesta en algunas capitales y desde luego en la Ciudad de México, pero en donde de nueva cuenta se gestó la lucha, fue en los medios sociales digitales, En Twitter se dio la clásica guerra de etiquetas. Los convocantes a la manifestación del silencio usaron #AMLOMxTeReclama contra el oficialista #AMLOLaFuerzaDeMéxico. La movilización tuvo pocos efectos, salvo el muy troleable comentario del secretario de Comunicaciones Javier Jiménez Espriú @JimenezEspriu, quien en Twitter escribió: “Nunca pensé que todos los que están contra AMLO fueran a la marcha, pero sí... , ¡FUERON TODOS¡”. Desde luego la gente se quedó con el “nunca pensé”.

El tema de la baja de la popularidad del presidente fue un asunto de impacto bajo en los medios sociales digitales, el 34% de quien lo retomó pidió que no se difundan esas notas que generaliza el rechazo hacia el mandatario, el 29% dijo que la tendencia a la baja es irreversible y cada día perderá más popularidad, el 27% tachó de chayoteros a los medios que hablan del tema, y el 10% dijo que es parte de un aguerra sucia.

Pero más allá de lo que se opine en redes es importante pararse a repensar que la pérdida de tantos puntos en tan poco tiempo no es fortuita, y quizá es la señal más clara de los últimos tiempos, de que las políticas públicas de la actual administración federal deben de cambiar; tanto en la forma de hacer gobierno como en la de comunicar el estilo del gobernar. Hay que recordar una máxima de la política “ni las victorias, ni las derrotas, son para siempre”.

El detonador del voto de López Obrador, sin duda, es la esperanza, es desde hace muchos años quien mejor puede emocionarnos con un futuro mejor, inclusive aquellos que no consideramos la ruta que el propone como la que nosotros utilizaríamos, el 3 de Julio le dimos un voto de confianza. 30 millones de Mexicanos no pueden estar equivocados, sin embargo, y aun es un proceso incipiente, ya hay varios millones, no de arrepentidos sino de personas que ya no ponen la expectativa de un futuro mejor en Lopez Obrador, y esto es muy grave, pues para muchas de estas personas la esperanza era lo último con lo que contaban, si se las arrebatan ya no tendrán nada que perder, y un pueblo así es extraordinariamente peligroso.

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